Presentación R. Aída Hernández Castillo

R. Aída Hernández Castillo es antropóloga mexicana doctorada en Filosofía y profesora en el CIESAS de Ciudad de México e investigadora de la Red de Feminismos Descoloniales.

Crónica de agravios y resistencias de las mujeres mayas retornadas

Quiero empezar agradeciendo a Ixkic Duarte por haberme invitado a presentar este libro que me removió la memoria y me estrujo el corazón, y a María Adelaide Menting por haber dedicado una parte importante de su vida a documentar y acompañar la lucha de las mujeres guatemaltecas en el refugio, y por atreverse a organizar estas historias y plasmarlas en este libro que es realmente una joya de la memoria histórica el pueblo de Guatemala, y de manera indirecta de quienes acompañamos su caminar en México por más de una década.

Tal vez Adelaide no sabía esto, pero las historias que nos comparte en su libro No regresar al pasado. Tierra Natal, colonización, guerra, refugio y retorno son también una parte importante de la historia de CIESAS como institución, pues nuestra unidad en Sureste, se fundó en 1985 cuando miles de refugiados guatemaltecos llegaban a Chiapas, y el Dr. Andrés Fábregas Puig propuso el proyecto Religión y Sociedad en la Frontera Sur, en el que un grupo de investigadores jóvenes recién titulados de licenciatura, trabajamos en distintas comunidades fronterizas, incluyendo aquellas que habían recibido en sus territorios a indígenas mayas refugiados.  Yo tenía entonces 22 años, había vivido un año en los campamentos de refugiados, ya tenía dos ahijados kanjobales Luis Pascual y Sebatian Matias, y había escuchado varias de las historias de masacres, despojos y desplazamientso, que Adelaide nos comparte en este libro.

Leerlo me traslado a la selva de Las Margaritas, a los senderos caminados para llegar al campamento de Las Nubes o Gallo Giro, se trata de una historia muy poco contada en México, con la que los mexicanos tenemos una deuda histórica, pues muchos y muchas de nosotras nos formamos políticamente con el exilio guatemalteco. Yo siempre he dicho que le debo más a Enfoprensa y a mi maestro de periodismo y escritura Otoniel Martínez, que a la Universidad de Stanford, pues fue con estos periodistas en exilio que le perdí el miedo a la escritura. Una habilidad que ha sido fundamental en mi carrera académica. En mi formación política fue más importante que todos mis maestros de marxismo, el abogado Cesar Barrientos, quien después fuera una pieza clave en la reforma judicial en Guatemala y en la apertura de los archivos de la policía. Con mis amigos y amigas en los campamentos de refugiados, aprendí que, si la investigación no aporta a las luchas por la justicia, solo sirve para escribir libros que quedan empolvados en las bibliotecas. Al igual que a Adelaide me pidieron que escribiera su historia, y el primer libro que escribí para CIESAS fue un libro ilustrado por arqueólogo guatemalteco, Mario Tejada Buscairol, sobre los pueblos chuj divididos por la frontera y su nuevo encuentro en el refugio, fue lo que ahora llaman “una novela gráfica” y que entonces concebíamos como una especie de comic basado en historia oral.

Había entre la población refugiada una conciencia clara de que era necesario conocer la historia para  no repetirla, es por eso que le pidieron a Adelaide que convirtiera en un texto escritos las memorias de violencias y resistencias que cruzaron con ellas y ellos la frontera. Eso que ahora Rita Laura Segato llama, la antropología por demanda. Una demanda de hacer eco a sus historias, de utilizar el privilegio del conocimiento académico para hacer libros que sean relevantes para sus luchas. En el caso de Adelaide para que las nuevas generaciones entiendan la manera en la que sus abuelas, sus madres, sus tías defendieron la vida y el territorio donde ahora ellos y ellas habitan. Queda claro en el libro que es importante para ellas no regresar a un pasado de violencia militarista y de genocidio, pero también es importante p  No Regresar a un pasado de violencias patriarcales. Quieren que sus historias se cuenten para que sus hijos e hijas entiendan que esas formas injustas en que los abuelos y abuelas aprendieron a ser hombres y mujeres, deben cambiar. Así Alejandra explica la importancia que tiene para ella la escritura de este libro: “El libro es importante para que no se mueran la historia y las experiencias que hemos tenido, que se queden con nuestros hijos porque son el futuro y que sigan nuestro camino. Que los niños y niñas que crecen ahora no hagan diferencia entre hombres y mujeres, que no sean ciegos a los derechos de la mujer. Si le pregunto a mi hijo de ayudarme en la cocina dice:—¿A caso soy mujer? Desde chiquito le enseño que también él puede hacer este trabajo. Igual las hijas empiezan a hacer cosas que antes solo hacían los hombres. Por el libro se van a dar cuenta de todos nuestros sufrimientos y también de nuestros derechos como ciudadanos.Tiene que salir a nivel nacional e internacional. Nuestros hijos van a crecer, van a ser adultos y envejecer y van a dejar a su vez nuestra historia con sus hijos. Todo lo que he sufrido y lo que he vivido hasta hoy, no solo me pasó a mí. Hay muchas mujeres que pasaron por lo mismo y hay unas que tienen problemas de salud por tanto sufrir. Esperamos que nunca más vuelva y que haya una verdadera paz. No una paz solo de nombre, sino totalmente cumplida.”

Para contar esta historia colectiva, Adelaide entrevistó durante una década a 59 mujeres, de donde selecciono 47 entrevistas a nueve ladinas y treinta y ocho mujeres de diferentes pueblos indígenas. Dos  cakchiquel, dos chortiz, una ixil, tres jacalteco, siete kanjobal, doce mam, siete q’eqchí y cuatro quiché. La mayoría nació en Huehuetenango, Quiché y San Marcos. Otras en Jutiapa, Sacatepéquez, Jalapa, Suchitepéquez, Chiquimula y Retalhuleu.

En orden cronológico el libro nos va llevando por una historia de despojo, explotación y violencias múltiples, que dan cuenta de la vigencia de la estructura colonial en Guatemala. Cuando uno lee los testimonios sobre la vida en las fincas, entiende porque intelectuales mayas como Aura Cumes o Irma Alicia Velazquez Nimatuj, rechazan el concepto de colonialidad o neocolonialismo, pues lo que sigue existiendo en Guatemala las huellas de un pasado de opresión sino la continuidad de un proyecto colonial, que ni los 36 años de lucha armada lograron desestabilizar.  Las historias recabadas en los 90s por Adelaide, se remotan a los años 20s y 30s del siglo pasado, cuando las comunidades del altiplano guatemalteco bajaban a las fincas cafetaleras de la costa a contratarse como jornaleros, en condiciones de semi-esclavitud. Al respecto, uno de los testimonios describe esas plantaciones como lugares de muerte: “Mis primeros hijos se enfermaban y no hallamos qué darles. Nos fuimos a trabajar en la finca para conseguir dinero, pero de nada nos sirvió, se murieron los hijos. Casi me iba a morir también. Me hinché de puro cansancio por levantarme temprano para preparar el desayuno y el almuerzo a medio día. Pero gracias a Dios no había llegado mi tiempo todavía. Me recuperé y pensamos mejor ya no ir a la finca. Y por ya no ir a las fincas, les logré a ustedes.”

En estos contextos eran las mujeres las que defendían la vida y buscaban alternativas de autoconsumo y medicina tradicional para enfrentar la muerte que llegaba en forma de hambre, desnutrición, enfermedades. A través de las experiencias de las mujeres mayas nos acercamos a esta etapa histórica documentada en los libros como los tiempos de la dictadura de Jorge Ubico, desde la vida cotidiana que implicaba cuidar a los animales de granja, pelearle a la tierra un poco de maíz, y curar con los saberes ancestrales las enfermedades que el hambre y el cansancio traían a sus vidas.

Estas historias nos permiten entender la decisión de quienes décadas más tarde deciden unirse a la lucha armada. La historia oral nos habla de la manera en que las violencias lentas y cotidianas primero, y las violencias extremas de las campañas de tierra arrazada después, contribuyeron a que muchos jóvenes, hombres y mujeres mayas, decidieran tomar las armas. Se trata de la historia de un pueblo en resistencia no de un pueblo “violentado entre dos fuegos” como Yvon Lebot o David Stoll describen en sus representaciones victimizantes de los pueblos mayas en Guatemala. Al respecto Teresa nos dice: “Estar en la guerrilla no era por obligación, era voluntario. Primero hacían una serie de pláticas sobre la necesidad de alzarse y las normas del combatiente para que la gente tomara conciencia. Si el joven o la joven se dejó convencer se iba. Cuando estaba allá pasaba por una serie de preparaciones disciplinarias y para cada tiro tenía que tener un objetivo y no nada más para desperdiciar. Después me metieron en el rollo más grueso de la información y me dejaron como miembro de la célula de mujeres. La participación de la mujer era complicada. Si recibíamos información lo llevábamos muy estratégicamente en objetos sin que se podía saber lo que era.”

Pero la violencia contrainsurgente no hizo diferencias entre quienes decidieron participar en la lucha armada y quienes se quedaron en las comunidades, bajo la ideología de que “había que quitarle el agua al pez” para que la guerrilla no tuviera apoyo de la población civil, se inició la estrategia conocida como “tierra arrazada” y que dio lugar a la destrucción de unas 623 aldeas entre 1981 y 1983. Lo que ahora ha sido reconocido como un genocidio implicó la muerte o desaparición de unas 200 mil personas. Si bien hombres y mujeres fueron asesinados por igual, las mujeres sufrieron formas específicas de violencia que son denunciadas en los testimonios de este libro. El uso de la violencia sexual como estrategia constrainsurgente ha sido ampliamente documentada por los peritajes antropológicos de Irma Alicia Velazquez Nimatuj y Rita Laura Segato para el caso Zepur Sarco en Guatemala, y por los trabajos realizadas por Actoras del Cambio. En esta embestida de violencia y despojo, los cuerpos de las mujeres mayas se convirtieron también en territorios para ser invadidos y violados. Las violaciones sexuales a las mujeres participantes en la guerrilla o a las bases de apoyo no  sólo fue un castigo por trastocar sus roles de género, son también un mensaje en la semántica de la violencia patriarcal para atentar contra el “honor del enemigo” Autoras nativoamericanas como Andrea Smith (2005), nos muestran cómo la construcción del cuerpo de la mujer indígena como territorio, ha sido parte de la etimología del lenguaje de la colonización desde sus origenes. Se trata de un  mensaje que se repitió una vez más durante el genocidio en Guatemala. Al respecto Juana nos dice: “Las mujeres eran las más afectadas por la guerra. Cuando vino la violencia y la persecución tenían que jalar a sus hijos. Pero hay mujeres que perdieron a sus hijos porque no pudieron sacar a sus hijos en tiempo. Había muchachas y señoras que fueron violadas por el ejército. Sus maridos se habían escondidos en la montaña y ellas se habían quedado resistiendo en sus casa. ¿Pero qué pasó? Llegaba el ejército y sacaban a los hijos para afuera y violaban a la mujer. Después a veces la dejaban libre o la dejaban muerta, porque no quería decir dónde estaba su marido. A veces los hijos se quedaron muertos junto con su mamá. Había hombres que quedaron viudos. Habían tomado las armas pensando que a la mujer no le iba a pasar nada. Pero al contrario, para la mujer fue muy duro porque muchas perdieron la vida. Igual agarraban a las hijas y hacían lo que querían con ellas. Después se iban y las dejaban bien amenazadas. Si estaba el marido le agarraban y delante de él violaban a la familia…”

A la violencia sexual se añadieron otras formas de tortura usadas por los kaibiles o tropas de élite guatemaltecas que incluyeron las mutilaciones corporales, los cuerpos como mensajes para sembrar terror y controlar a la población. Al leer estos testimonios no pude evitar pensar en la continuidad de estas estrategias de muerte que ahora se usan contra los migrantes en tránsito por México. Las técnicas de tortura y exterminio aprendidas por los kaibiles en la Escuela de las Américas, han cruzado fronteras primero con la integración de algunos exmilitares guatemaltecos en el cártel de los Zetas y posteriormente usadas por integrantes de otros grupos criminales. Las descripciones periodísticas de los 49 cuerpos mutilados de migrantes centroamericanos en Cadereyta Nuevo León, en el 2012, se asemejan a las descripciones hechas por algunas de las mujeres entrevistadas por Adelaide. En este sentido el libro no es solo la memoria y la historia del pueblo guatemalteco, sino también de las necropolíticas globales que cruzan fronteras junto con las armas que las hacen posibles.

Pero es también un libro que documenta las resistencias, la capacidad de reconstruir los tejidos rotos por las violencias y de desarrollar estrategias creativas para defender la vida. En los dos capítulos dedicados al refugio en México que abarca de 1981 a 1998, las mujeres entrevistadas comparten el dolor y la nostalgia que implica el dejar su tierra, sus siembras, sus muertos, pero también la esperanza que encontraron en la solidaridad de los campesinos mexicanos, la paz de ver a sus hijos seguros, alimentados y con posibilidad de ir a la escuela, y la alegría de poder reunirse con otras mujeres, organizarse y capacitarse para defender sus derechos y los de sus hijas. Al respecto Marta nos dice:  “Cuando llegamos al refugio los Mexicanos nos ayudaron. Nos regalaban ropa y podíamos cambiarnos. Siempre no nos cansamos de darles gracias porque así pudimos lograr la vida otra vez porque ya estábamos por morir. Por la ayuda de ellos estamos vivos todavía y ojalá la guerra no vuelva otra vez. El miedo no se nos ha quitado todavía” Margarita añade: “El campamento era como un pueblo grande. Nos dieron un lote de una cuerda para hacer la casa y dejaron las calles en medio. Las casas estaban bastante cerquita. Hicieron una escuela y una clínica y buscaron a promotores de salud y a maestros, personas que podían enseñar a los niños. Hasta allí aprendí un poco la castilla. Cuando en el inicio hablaban en castellano no podía responder.” Los testimonios también hablan de los retos del refugio, del dilema que implicaba querer estar cerca de la frontera para poder ver sus tierras a la distancia, o saber que la familia que quedó atrás podía venir a visitarlos; pero a la vez tener el temor de que los kaibiles cruzaran en la noche a perseguirlos, como lo hicieron en diversas ocasiones violando la soberanía mexicana. Dan cuenta de lo duro que fue tener que dejar sus huipiles y sus cortes, para ponerse los vestidos que les permitían pasar por mexicanas. De las presiones del gobierno mexicano para reubicar los campamentos en Campeche y Quintana Roo y de los nuevos retos que enfretaron en esas tierras más áridas y calientes que las chiapanecas, y mas alejadas de sus ancestros.

En medio de estos nuevos retos la organización colectiva, las fortaleció y les permitió no solo reclamar un lugar en las estructuras organizativas del refugio, sino también trabajar por poner un alto a las violencias que seguían reproduciéndose en el espacio doméstico. Los testimonios sobre la formación de Mama Maquin e Ixmucamé, dos de las organizaciones de mujeres que se formaron en el refugio, son tal vez las historias que mejor reflejan la energía política que se movilizó en los campamentos de refugiados. Al respecto Luisa nos cuenta “ Las primeras reuniones de mujeres eran con Mamá Maquín. Aprendimos

que las mujeres teníamos derechos de participar, hombres y mujeres juntos, que todos éramos iguales. Me pareció y poco a poco me fui acostumbrando. También fue duro porque a veces estaba fastidiada de estar en reuniones, pero era necesario

tener igualdad. Si no nos tomaban en cuenta tal vez no nos pasara nada, pero así siempre estuviéramos solitas, cada quien por su lado. En cambio ahora había respaldo y consuelo de las mujeres en las reuniones.”  Delfina añade “Aprendí en la capacitación de derechos humanos que no solo los hombres tenían derechos, pero también las mujeres. Llegaban a decir esto con las mujeres.

Las mujeres se pusieran listas, ya no estaban dormidas y sus ojos estaban abiertos. Antes no era así, nos dejábamos con el marido y no éramos iguales.”

Este fortalecimiento colectivo de las mujeres permitió que cuando en 1987 se formaron las Comisiones Permanentes de Representantes Refugiados Guatemaltecos en México, CCPP, para negociar el retorno  las mujeres participaran de manera activa en las mismas y muchas de ellas fueran a conocer las fincas que el gobierno de Vinicio Cerezo les ofrecía para reubicarse, e hicieran valer su opinión cuando se trataba de tierra áridas o lugares inhóspitos. Ya no había vuelta atrás, las mujeres habían cambiado y hacían valer su palabra. Fermina nos dice al respecto: Fermina: En las visitas de tierra a las mujeres más les interesaba si había agua y si la leña estaba cerca. También si había hierbas porque en el campamento no había. Teníamos que compararlo y todo era caro como la hierba mora. Sacaron muestras de tierra e hicieron fotografías. La gente llegaba a ver si la tierra estaba buena. Fuimos los últimos a retornar, pero valía la pena la búsqueda de tierra porque era la mejor

tierra de todos los retornos. Rápido estábamos cosechando. No había cerros, solo planada y todos trabajaban con animo.”

No todas retornaron, muchas decidieron hacer de México su patria, y compartieron con las campesinas mexicanas sus aprendizajes. Yo tuve el privilegio de conocer a varias de las hijas de estas mujeres mayas, que ahora son enfermeras, maestras, promotoras de derechos humanos y que reivindican con orgullo la historia de resistencia de sus madres y abuelas.

El libro es memorial de agravios, que me removió mi propia historia que ha estado estrechamente vinculada a la historia de Guatemala, y en varias partes me hizo llorar, no sólo por las violencias sufridas por las mujeres co-autoras del mismo, sino también al hacer el vínculo con la continuidad de esas violencias en contra de migrantes, con quienes he venido trabajando más recientemente. Los perpetradores han cambiado de nombres pero la política de muerte contra los pueblos continua, lo que don Dolores Suazo, hermano de uno de los migrantes hondureños masacrados en Cadereyta llama “el genocidio de los pobres” continua. Pero también continúa la resistencia y la defensa de la vida. En este sentido el libro es también un memorial de resistencias, y nos contagia la esperanza de que es a través de estas resistencias cotidianas, en el día a día de la construcción de la casa común, que se logra defender la vida. Quiero cerrar con las palabras de Carmen que nos comparte la manera en que lo aprendido en colectivo durante el refugio, le ha permitido transformar su vida, la de su hijos e hijas y reconstruir sus comunidad a partir del retorno:

“Los valores que les estoy transmitiendo a mis hijos es la toma de consciencia, la participación en todos los niveles comunitarios y la lucha por una mañana más justo. Armar una nueva comunidad es como hacer una casa nueva, luchar por tener pollos y todo lo que necesita la casa y lo que nos va a servir como ser humano. Hay otros que esperan algo de nosotros. Esta sociedad quedó golpeada y no todos han tenido la misma oportunidad y tampoco han sufrido la misma problemática que sentimos en carne propia. Por lo mismo no aprendieron. Aparte del dolor conseguimos  una gran riqueza. Aprendimos y conocimos de todo….

Hay que trabajar bastante para que una sociedad sea más justa y para la gente tiene que tener conocimientos. Eso es el mensaje que les transmito a mis hijos. Hay que seguir promoviéndolo y en la medida que nos vayan pidiendo nuestro apoyo, hay

que darle. Hay que trabajar para el pueblo con todo lo que podemos. También les transmito a mis hijos que vayan entendiendo que tenemos un cierto origen. Aunque nos cambiamos de nombre, de ropa, nuestra identidad nunca va a cambiar. No

somos un sector, aquí los jacaltecos y allá los mames, sino un solo pueblo con diferentes culturas. Formamos una sola nación. No formamos una nación paralela indígena, sino somos parte de una sola nación. Eso es lo que fuimos a hacer, entender a la gente y a nuestros hijos.”

Gracias Adelaide por documentar y compartir estas experiencias y anhelos, que son también nuestras historias y nuestras esperanzas.

Presentación: Dr. Irma A. Velásquez Nimatuj

Presentación No regresar al Pasado, Editorial Piedrasanta

Museo del Holocausto Guatemala, 20 de abril 2023

Comentario por: Dr. Irma A. Velásquez Nimatuj

Buenas tardes a todas y todos los presentes

Celebró la presencia en este espacio de algunas de las señoras que cuyas vidas están plasmadas en este libro y son un ejemplo de fortaleza.  Pasó ahora a agradecer al equipo de Editorial Piedrasanta que ha hecho lo posible que yo pueda estar esta tarde compartiendo y aprendiendo de María Adelaide Menting y de las vidas/voces las mujeres que este libro registra.  En especial agradezco el esfuerzo y la gestión de la directora general de la editorial, Irene Piedrasanta.

He querido priorizar algunos puntos sobre este sendo trabajo que hoy se entrega aquí.

El primero es el título del libro:  No regresar al Pasado.  Es un nombre que nos consterna en este momento por el que recorre Guatemala.  De hecho, apenas 4 años atrás hubiéramos considerado al país como un ejemplo de la justicia transicional ya que a través de casos paradigmáticos estaba demostrando al mundo que un país pequeño que ha vivido diversos extractivismos es capaz de buscar la justicia para las personas y comunidades que han sido golpeadas por acontecimientos o delitos cometidos contra ellos/ellas/comunidades; trabajar por la reparación que de alguna manera es limitada -desde mi perspectiva y experiencia- dado que ninguna medida reconstruye o repara lo destruido en vidas o las pérdidas humanas y comunitarias que en Guatemala se han vivido en las décadas finales del siglo pasado,  y que finalmente estaba intentando sentar bases para la No repetición.

 Precisamente, el título del libro, “No regresar al pasado”, encaja dentro de esa lucha profunda de NO repetición de ninguno de los crimines que las mujeres indígenas, mestizas, rurales que en su mayoría la guerra empobreció tuvieron que enfrentar y desafiar.  Y que aquí se presentan en sus propios lenguajes.  Sin embargo, los hechos cotidianos que ahora se viven en Guatemala y que están siendo planificadas desde múltiples instancias, incluido el propio sistema de justicia, nos está indicando todo lo contrario.  De que, estamos, con estupor, siendo testigos/as oculares -como lo ha dicho Ricardo Falla- de cómo regresamos al pasado de manera jamás inesperada y de manera rápida, retorciendo el derecho y usando los cargos públicos, pero también los privados para instituir y solidificar la Guatemala que unos pocos necesitan para operar con impunidad y desigualdad.  Y esto ocurre porque nos hemos confundido al creer que la rueda de la historia se mueve para superar las tragedias, las inequidades, pero también para cumplir lo pactado entre partes y sectores activos y negociadores, pero no para volver a puntos que creíamos superados, como retomar el Estado para volverlo nuevamente en una máquina de represión, usando sus aparatos represivos, pero también sus aparatos judiciales e ideológicos.  Error en el que hemos caído los diferentes sectores, aquí no se escapa nadie, por eso, este título: “No regresar al Pasado” es más que un título, es quizá el grito, la voz y la demanda de 47 mujeres que en estas 676 páginas nos recuerdan los horrores a los que podemos retornar sí callamos y sí seguimos creyendo que no nos alcanzaran a nosotros a través de alguna de todas las instituciones del Estado.  Al igual que como aquí lo dicen las señoras, cuando la guerra arrastró todo, no dejo nada, no dio tiempo de llevar lo esencial, porque la guerra no preparó a nadie, a ninguna mujer joven, adulta o anciana, fuera católica, carismática, protestante, atea, o de cualquier espiritualidad para huir y llevar consigo si quiera herramientas para sobrevivir en cualquiera de los caminos que las circunstancias les permitieron a ellas escapar. 

Y hoy, estamos en esa mismo posición, la historia viva, actual, que está ahora desarrollándose frente nosotros y que estamos sintiendo en la piel y que está llegando a nuestras emociones mostrándonos la frustración, no está colocando en el mismo lugar del que las mujeres aquí nos retratan y que vivieron entre 1975 y 1984, y que, ellas con su sabiduría nos advierten que no importa cuánto hayamos vivido, leído, documentado, escuchado o aprendido del pasado reciente, porque todo lo avanzado -lo poco o mucho, siempre va a depender del lugar que lo veamos- puede estarse revirtiendo en contra de cada uno de las y los que estamos aquí o de los que están en los diferentes espacios territoriales.

Por eso, considero que este libro, no llega hoy por casualidad, de hecho, cuando trabajamos en “documentar acontecimientos sociales” y cruzamos las fuentes, allí aprendemos que no existen las casualidades, sino que cada acontecimiento es producto de hechos diversos, comunes o mixtos que convergen en un momento concreto, a veces antes o a veces después, para lograr los resultados que quienes los diseñaron buscaron alcanzar.  Lo mismo ocurre hoy, cada pequeño suceso que estamos viviendo o leyendo está contribuyendo a conformar esos hechos mayores que buscan convertirse en acontecimientos históricos fundacionales para sectores concretos de este país, pero como la historia la construyen personas de manera individual y colectiva, entonces, allí está la esperanza o los rayos de esperanza, nada está pérdido y menos en estos tiempos en donde la información está al alcance de todos, la recolección y el análisis de la misma serán nuestras herramientas para evitar que violaciones como las que este libro nos presenta con profundo detalle, vuelvan a repetirse, no es un cliché, entonces, preguntarnos qué parte nos toca asumir frente a un escenario en donde estamos viviendo una imparable espiral de represión y pareciera que no queremos verla y preferimos voltear para ver a otro lado.

El segundo punto al que quiero referirme como aporte de este libro, es el que se refiere a las fuentes.  Considero que este trabajo se convierte en un extenso material para las y los estudiosos de la historia del Siglo XX de Guatemala, dado que el trabajo plantea hechos de vida de 47 mujeres de 1924 a 1999 y aún para un público que va más allá de las ciencias sociales, y se amplía a personas en general que quieran leer en un lenguaje cotidiano las vivencias de mujeres étnicamente diversas que nos enseñan sobre sus vidas y sobre cómo momentos de crisis crean resistencias que se tornas emancipadoras. 

En términos de fuentes podría decir que es una combinación de fuentes primarias y secundarias las que aquí María Adelaide nos presenta.  Y es justamente en la cantidad de fuentes primarias, en forma de testimonio oral, donde yace la riqueza del trabajo. Fuentes primarias porque al leer este libro se encuentran una riqueza incalculable de datos históricos propios de vidas individuales, que hablan de formas comunitarias de subsistencia que son formales e informales, que fueron recogidas oralmente y que fueron transcritas con el lenguaje de las actoras, o sea, el libro está lleno de voces que no fueron filtradas. Ustedes al leerlas encontraran allí lo que ellas dijeron como un torrente de datos que serán útiles para otros estudios que busquen interpretar o evaluar ciertas etapas de la historia de las mujeres de las regiones lingüísticas del pueblo chortí, kaqchiquel, jacalteco, chortí, mam, kanjobal, q’eqchi’ y k’iche’, y también de mujeres ladinas.  Aquí la autora deja en libertad a las múltiples vivencias para que ellas vayan soltando lo que nace de la propia experiencia, sentida, vivida, disfrutada, dolida o enfrentada.  

Pero también podemos asumir este libro como un recurso catalogado en fuentes secundarias, dado que contiene miles de datos primarios que si bien no fueron interpretados si fueron organizados en temas que corresponden a etapas históricas que fueron trabajadas en 10 capítulos.  Así la o el lector e investigador puede usar datos primarios, por ejemplo, de 1924 a 1965 para construir una fotografía de la autosostenibilidad que las mujeres habían creado en familia y que les permitía en medio de la carencia de recursos y de medios de vida poder cubrir los niveles de alimentación básicos, porque esas voces ya están clasificadas por ese tema y ese periodo de tiempo.  De igual manera, alguien interesado en conocer ¿por qué los campamentos de refugiados guatemaltecos, que lograron huir de la represión del Estado, se mueven del Estado de Chiapas en México a los estados de Campeche y Quintana Roo?  Para buscar respuestas puede recurrir a los capítulos 6 y 7 para analizar las voces de las mujeres y comprender esas decisiones del Estado mexicano y las anuencias de las y los refugiados.  Mientras que alguien interesado en los cambios culturales que enfrentan las mujeres mayas y ladinas antes de 1960, durante el conflicto armado y luego de firmarse los acuerdos de paz, diríamos en 8 décadas del Siglo XX, tiene todo el libro para poder realizar un análisis minucioso del impacto de la represión, el genocidio, el desplazamiento y el reasentamiento de la vida cultural de los pueblos mayas de Guatemala, sin duda, queda la sensación que después de la violenta colonización española el siglo xx, es esta otra etapa clave, en términos poblacionales, la que modificó estructuralmente la vida colectiva de los pueblos, cuyos efectos aún se enfrentan y definen en la actualidad de las vidas de las mujeres indígenas de esas regiones.

De manera general, diría que este trabajo es un aporte necesario para reconstruir el tejido histórico de las mujeres del país, sobre todo en el momento actual donde se vive un proceso de incertidumbre respecto a actores del pasado que nuevamente resurgen buscando enterrar al país en los procesos de violencia, impunidad y silencio del pasado.

Dr. Irma A. Velásquez Nimatuj

Presentación Marta Macz Pacay

Comentarios durante la presentación del libro  en el Convento Santo Domingo de Guzmán, Cobán, Guatemala  

27 de abril de 2023

La moderadora:

La memoria de los pueblos y de la persona se construye a partir de sus recuerdos y vivencias que permiten reconstruir el pasado y posibilitar el presente.

Comentario de Marta Macz Pacay

Introducción de la comentarista por la moderadora:

‘Marta Macz Pacay es una mujer incansable conocida en este territorio por luchar por los derechos de las mujeres y las viudas por el conflicto armado interno y luchar por la memoria histórica.’

Gracias a todas las mujeres aquí presentes y por supuesto a los hombres también. Les dio infinitos gracias a los organizadores de este gran evento, también a la autora del libro. No me deja mentir que no fue facil para ella recopilar los testimonios y sacar lo más crudo que las mujeres han vivido en la historia de nuestro país las. Y también  gracias a México que en verdad cobijó cuarenta mil refugiados de diferentes partes del país. Nuestro agradecimiento porque fue un país que abrió sus puertas y les dio de todo.

El libro es la vivencia real, crudo y despiadada que han sufrido miles de Guatemaltecos en todos los partes del pais. Lo llamaría villa cruces o calvario porque muchas mujeres principalmente indígenas sufrieron la violencia y la guerra, de una guerra que nadie explica por qué. Este libro le voy a dividir en cinco calvarios que sufrió la gente.

De 1924 hasta 1965 la gente vivió en sus casas en Chajúl, en Jacaltenango, en Huehuetenango, en Quiché, en diferentes partes del país como también aquí en Alta Verapaz. Pero el principal razón de vivir es la madre tierra. Como pueblos indígenas no podemos vivir  sin el sagrado maíz, sin el sagrado frijol y siempre estamos  viviendo dónde conseguir un pedazo de tierra para sembrar el maíz. Por eso mismo en los años sesenta mucho gente migró por la costa sur. Empezaban los grandes latifundistas a sembrar algodón y mucha gente se fue para allá. Mucha gente del Altiplano viajó para allá días y días enteras para llegar al lugar donde sufrieron el doble de lo sufrieron en su casa.

En su casa en el Altiplano da el maíz solo una vez al año mientras que en tierra caliente a veces tres veces al año. Esto es lo que perseguía la gente. Pero llevaban a todos sus hijos, toda su familia en camiones para llevarlos a las algodoneras. Hoy día no son las algodoneras, es la palma africana. Ubicaron a la pobre gente en grandes galeras. La gente llevaba a todos sus hijitos incluyendo un  hijito en la espalada. Imagínese, se levantaban a las tres de la mañana para hacer la tortilla y para  poner el maíz en el fuego. Es increíble para las personas no han vivido esto. A mi me costó y no voy a hacer una memoria de todo un libro tan grueso porque también soy muy sensible a todas estas desgracias que vivió el país,  no en el conflicto, en la guerra.

La gente sufrió muchísimo en la costa sur porque llevaban a todos sus hijitos. Los obligaban de llenar un costal de algodón. ¿Pueden imaginarse ustedes un quintal de algodón? El algodón no pesa nada. Con todos sus hijitos  de cinco, seis, siete años buscaban el algodón para llenar su costal del día porque así era su jornal. Imagínense, las mujeres se levantaban a las tres de la mañana y solo Dios sabe a qué hora se acostaban. Pasaban avionetas fumigando sobre la gente. ¡Cuántos niños murieron inhalando este veneno, cuánta gente falleció allí! Fallecieron y los enterraron atrás de las galeras grandes. No tenían letrinas. ¡Imagínese una casa sin letrina! Y el agua lo tenían que sacar del río a un ahora de caminar. Por esto se levantaban temprano.

Esta fue el primer vía cruces de la gente.

Hasta que llego al oído de ellos que estaban vendiendo terrenos por allí, por Ixcán y por Petén. La gente no lo escuchó dos veces y se fue. Otra vez gente de Huehuetenango, de Quiché caminando hasta Ixcán. Antes no había carreteras, ni autobuses. Hemos progresado hasta este momento, porque ahora hay carreteras. Pero antes en este tiempo ni escuelas, ni centros de salud. Estas benditas algodoneras ni un pequeño centro de salud tenían. Los niños morían de diarrea, de calentura, de tos y deficiencias  respiratorias por ese veneno que regaban sobre ellos. Imagínense cuántos muertos quedaron en las algodoneras. Por eso la gente por un pedacito de terreno que les iban a dar para sembrar maíz  se fueron a Petén e Ixcán. Un segundo vía cruces porque todo el tiempo sufrieron.

Llevaban semanas hasta llegar a Ixcán, hasta llegar a Petén con sus niños chiquitos dejándoles en el camino de hambre, de sed, de alguna enfermedad. Esto llora sangre. ¡Cuántos niños fallecieron! Y solo llevamos el segundo vía cruces.  Llegaron a Ixcán, los grandes bosques, no eran bosques, era selva, donde se oían los saraguates, era un susto para los niños. Muchos niños murieron de susto. Allí mucha gente se estableció en Petén e Ixcán, felices, aunque el sufrimiento lo llevaban en sus almas, pero habían encontrado el paraíso de la tierra. Allí se quedaron. Con el tiempo llegaron los sacerdotes, con el tiempo llegó una escuela, un centro de salud, carreteras. Pero les costó a la gente que se fue para allá  hacer todo esto. La gente siempre buscaba el camino cómo resolver su problema porque en este tiempo no lo iba a resolver Rios Montt, el gobierno de este entonces. Así la gente lo hizo, progresó. Se hicieron cooperativas, qué bonito, cooperativas. Y de veras, que esto también me lo contaba mi hermano pero no lo criamos, era muy bromista. Decía, ‘yo vengo de tal lado, trabajó como agrónomo con la confederación de cooperativas. El fue a ayudar a la gente ya le habían fichado porque la gente en este Guatemala no quería que la gente supere, que la gente tenga estudios, que la gente vaya a la escuela, que la gente vaya a la universidad, que la gente tenga tierra.

Les voy a mencionar las cooperativas que se fundaron: la cooperativas de La Palma, Manos Unidas, Los laureles, Betel, La Consuela, El Recuerdo, El Arbolito, Retalteco, Flor de Esperanza, La Lucha, la Técnica, Centro Campesino, Las Flores, La Amistad y muchas más. Mi hermano estuvo allí, en San Cristóbal Alta Verapaz y otras partes del occidente. Mi hermano vilmente fue secuestrado. Durante treinta años estuve buscando su cadáver pero era imposible encontrarlo vivo. Durante treinta años busqué, busqué junto con otras compañeras. Está aquí Rosita, también secuestraron a su papá. Algunas compañeras que están acá también pueden contar lo mismo. Es algo que jamás  se olvida.

Vamos del primer a segundo via cruces. Lograron tierra en Ixcán y Petén para tener su maíz, para tener su frijol, para tener sus plantas, para tener su yuca, para tener sus animalitos, pero esto les costó muchas enfermedades, paludismo, infecciones intestinales, enfermedades de la piel, muchas  enfermedades, adultos y niños, el hambre y el susto que pasaron.

Pero en este entonces cuando estaban en Ixcán y Petén llegaban personas a pedir tortillas y la gente les daba porque el corazón nunca se niega, se mantiene muy solidario. Le daban tortilla a la gente. No sabían ni que era guerrilla, ni que era gente que estaba más allá en la montaña organizados. La gente por mucha necesidad se había organizó y estaba harto de tanta explotación, de tanta miseria.

Llegaban compañeros en las comunidades en Petén e Ixcán y les daban charlas de que tenían que levantarse.  

Entonces el ejército se disfrazó también, no llegaban con uniformes y también llegaban a pedir tortillas. Se dio cuenta el ejército que también la guerrilla llegó a pedir tortillas. La gente no les conocía porque no venían con su uniforme, sino de particulares. Al fin llegó el ejército a hacer grandes desastres y a quemar las casas. La gente tuvo que salir nuevamente de esas tierras en donde les costó bajar montaña,  perdiendo niños, perdiendo gente de paludismo, de todo lo que había en la montaña, para que salieron otra vez sin nada. Imagínense dormir en la montaña con zancudos , con zancudos, con muchos animales. Salieron corriendo porque el ejército llegó a bombardear. La gente con sus niños debajo de los árboles, mojados porque llovía. Hasta el cielo estaba llorando de todo lo que pasaba allí. Después de que la gente había estaba feliz por haber obtenido sus tierras, llegó otra vez a salir otra vez sin nada en la montaña. En el libro de Alfonso Huet dice, ‘la montaña nos cobijó y nos salvó’  también hay muchos testimonios simulares a que las mujeres dicen en el libro ‘No regresar al pasado’.  

Tuvieron que matar sus perros para que no labraban a los soldados. Todos tenemos un perrito en la casa. Este sufrimiento nunca se olvida jamás.  Mataban gatitos. Recuerdo también el libro de Carlos Santos ‘El silencio del gallo’ en donde cuenta que tuvieron que matar sus gallos para que no les encontrara el ejército.

La gente pasó días y semanas y semanas en la montaña. Allí quedaron tirados muchos niños, niños muertos. No voy a descartar en decir que la guerrilla los acompañó hasta que llegaron a la frontera con México después de haber caminado varios días, otro vía cruces para llegar a México. No era con brazos abiertos. Estuvieron bombardeando durante todo el trayecto que les llevó a México y todavía allí en la frontera  el ejército bombardeando a la gente. Había que cruzar un gran río. Muchos niños del miedo, del pánico que venía el ejército atrás, se tiraron al río y no sabían nadar. Otra vez muchos niños se murieron. Imagínense, ¡cuántos niños muertos ya llevamos desde el conflicto, desde la salida de sus comunidades de la Costa Sur!

Pasaron días y días bajo los árboles sin agua, sin nada, sin ropa. A muchos chiquitos les tapaban la boca para no hacer bulla, para que no lloraran. Muchos murieron porque les tapaban también la nariz. Sin querer la mamá con el pánico les tapaban la nariz y se morían y tenían el bebé muerto en sus brazos. De los que están aquí uno o dos han pasado por esto, aparte de las compañeras de Petén que están aquí.

Tenían sus parcelas, sus siembras, pero han dejado todo. Es cruel, despiadado porque se quedaron sin nada, después que les había costado tanto levantarse porque quemaron las cooperativas. Me viene en la mente que mi hermano por esta razón le secuestraron porque la gente ya tenían la escuela. Muchas cosas dejaron atrás. Por esto este libro me causa tristeza porque me recuerdo muchos testimonios de la gente que estuve escuchando. Uno de ellos les voy a contar porque no se me olvida jamás.

Secuestraron a muchos campesinos de una finca porque pidieron un poco más de salario, un salario justo porque de aquel entonces les daban diez centavos, veinte centavos. ¿Qué va hacer la gente con esto? Entonces la gente se organizó para pedir al patrón un poco más de sueldo. El patrón no quiso y se fue a quejar a la zona militar y luego secuestraron a casi todos.

Bien torturado le llevaron a un señor frente a la esposa que tenía una semana de haber tenido a su bebé. Estaba en todo sangrando y dijo el soldado,

‘¿conoces a tu esposo?’ 

La esposo no  conocía a su esposo porque estaba ensangrentado e irreconocible. Entonces cuando el esposo le dijo,

‘soy yo, soy tal y tal’, le reconoció.

‘Ah bueno, ya reconociste a tu esposo, mira cómo va terminar.’

Le amarraron atrás de un pickup de la zona militar y le arrastraron por toda la carretera. ¡Imagínense lo que sintió la madre que hoy vive todavía! Y tantos testimonios que tuvimos. Y yo en mi corazón y mi mente porque no me atrevo escribirlo, por esto le dije a la compañera Ria, ¿cómo usted tuve este coraje, este valentía de escribir y de escuchar a la gente? Cada testimonio duele. Ella tuve este gran coraje de hacer este gran libro que espero que lo lean ustedes porque debemos de estar conscientes porque un pueblo que no tienen consciencia de su pasado, puede volver a repetirse.

Me salto al tercer vía cruces. La presencia del ejército fue fatal para las familias que perdieron todo. Al llegar a México no fue facil. Fue también un un calvario, un vía cruces porque mucha gente iba llorando porque veían las montañas de Guatemala y decían,

‘tal vez nunca voy a regresar. Qué va pasar con mi pedacito de terreno que logré hacer, qué va pasar con mi casa que dejé allí para el occidente?’ Muchos llegaron muriendo de tanta tristeza.

Pero en México también había muchos muertos. Es cierto, el gobierno de México y muchas organizaciones se involucraron a apoyar a la gente pero le dieron mucho aceite, dieron comida enlatada que la gente no estaba acostumbrada. La gente iba con hambre, no tenía nada en el estómago y para comer cosas así, muchos se murieron de diarrea y decía una señora,

‘casi llenamos tres cementerios de muertos.’

Imagínense, o sea de los 40.000, ¿cuántos se quedaron?  Tres cementerios de muertos por problemas intestinales o otras enfermedades.

Después de poco los ubicaron en Campeche y Quintana Roo en otros lugares. Mucha gente ya no quiso regresar porque encontraron trabajo. Algunos allí nacieron porque fueron diez años que ya estaban allí. Algunos se casaron y no quisieron regresar. Los que tenían amor a su tierra Guatemala regresaron. Recuerdo yo cuando venían en grandes autobuses aquí al Ixcán. Pasaron por aquí por Cobán. Mi papá feliz, fue encontrarlos porque decía,

‘allí viene tu hermano, allí viene mi hijo entre los grandes autobuses.’

Y miraba si sacaba la mano mi hermano,. Pasaron todos los autobuses y nada. Tristemente regresamos a la casa y así mucha gente se volcó recibir la gente porque pensaban que allí iban sus parientes.

Muchos ya no regresaron. En México había centros de salud, les dieron medicinas, les dieron muchas cosas. Pero llegó el momento también  de regresar a Guatemala cuando dijeron,

‘¿quién quiere regresar a Guatemala?’

Muchos querían regresar a pesar que tenía de todo, tenían escuelas, tenían de todo, pero el amor a Guatemala era lo que más prevaleció.

Yo creo que tienen que leer el libro, léanlo. Lean el otro libro ‘Nos salvó la sagrada selva’. Lean ‘El silencio del gallo’. Lean para que sus hijos, los jóvenes ni pierden la memoria de lo que pasó.

Quiero mencionar cinco aspectos dolorosos. Aspectos que me impactaron.

Que la gente falleció en gran cantidad por dormir bajo la lluvia en la montaña, sobre todo los niños.

También muchos niños por el susto se tiraron en el río y por no saber nadarse les llevó el río.  

La tortura de los militaron contra algunos hombres, que los cortaron un pedazo de la pierna y en la herida que tenían echaban sal y limón. Imagínense, en una herida echaban sal y limón. ¡Qué tormenta!, y lo hacían en frente de la gente para que hablaran, algo terrible.

A los niños en la montaña les taparan sus boquitas y muchos murieron.

También que la gente salió corriendo de noche y olvidó a sus muchachitos. Hay un caso en que era tanto el pánico que la mamá dejó colgadito a su chiquito en la hamaca y ella se escondió en el monte y vio como los soldados le ahorcaron al chiquito de cinco meses Además le metieron un cuchillo en el pesques. Así muchas torturas terribles.

Menciono solo algunas comunidades  que fueron masacradas en tres días, Alta Mira, Pueblo Nuevo, Huixtla, La Frontera, El Limón, Jacaltenango, Betél, La Libertad. Las Cruces, Todos los Santos, Cuarto Pueblo, La Técnica, Los Chorros, Santo Tomás, Mayalán, Xalbal, santa María Dolores, Los dos Erres, Josefinos, Palestina, Ventura, Campo Santo y muchos más.

Exhorto que lean el libro para hacer memoria y consciencia, de que tenemos que luchar para un país más justo y equitativo. Y que no se criminalice la lucha de las mujeres porque siempre estamos siendo perseguidos, la violencia no ha terminado. ¡Cuántos jóvenes han sido secuestrados, otra vez no sabemos dónde están!

Así que unamos  fuerzas para que esto no se vuelva a repetir.

Muchas gracias.

Presentación Puebla IBERO: Ma. Eugenia Sánchez

PRESENTACIÓN LIBRO NO REGRESAR AL PASADO María Adelaide Menting

Presentación: Ma. Eugenia Sánchez

Universidad Iberoamericana 21 de noviembre de 2024

INTRODUCCIÓN

“La lucha por la sobrevivencia y el desarraigo han dejado muchas huellas en el mapa de Guatemala y de México. Sus fogones han calentado la vida en muchos lugares. Nunca se apagaron a pesar de las condiciones difíciles”.

GUATEMALA:

Pienso en la colonización, Bernal Díaz del Castillo, en construcción de identidades, el va y ven en su anexión a México, en la explotación brutal United Fruit Company y de unas  élites, dicen que las más voraces de América latina, en el intento de reforma agraria en los 50 con Árbenz, en los golpes de Estado militares,  en la crueldad extrema, la política de tierra arrasada, Efraín Gomez Mont, y me duele la permanencia de la desigualdad y e racismo.  También pienso en El Cristo Negro de Esquipulas, consuelo de los indígenas y tal vez dicen algunos antropólogos reconfiguración de un Dios de Copan, Cristo negro de estar escondido en cuevas, seguramente perseguido, como perseguidos y asesinados fueron varios de los sacerdotes belgas que apoyaron a las poblaciones. Pienso en Miguel Angel Asturias.  Pienso en los tejidos coloridos elaborados por las mujeres desde siempre que expresan belleza y esperanza.

Todas esas imágenes que vienen a mi mente atraviesan de una y otra manera la vida de las mujeres cuya historia podemos conocer gracias a Marie Adelaide Menting.

No regresar al pasado es un libro de Historia con mayúscula, la historia de, como decía Camus, de los que la sufren, de las que sufren la historia, de las invisibilizadas, de los y las deshumanizadas, de los y las que han alimentado con su vida y con su sangre el “desarrollo”, el “progreso”.

LAS NARRADORAS:

Son 45 mujeres las que narran su historia. Por su fecha de nacimiento hay: una mujer que nació en los años 20, una en los 30, once en los 40, trece en los 50, diez en los 60 y diez en los 70. Hay algunos comentarios de una mujer que nació en 1990.

Son nueve ladinas y treinta y ocho mujeres indígenas de 8 diferentes etnias.

Dos son de la etnia Cachiquel, dos Chortiz, una Ixil, tres Jacalteco, siete Kanjoval, doce Mam, siete Q’eqchí y cuatro Quichés.

10 capítulos

  1. La vida en las aldeas donde nacimos 1924-1965
  2. De niña a mujer casada 1924-1965
  3. Colonización en Ixcán y Petén al os 60-70
  4. Viene la guerra 1975-1981
  5. Sobrevivir en la montaña 1981-1986
  6. Estar en lo claro en Chiapas 1981-1984
  7. Campamentos en Campeche y quintana Roo 1984-1988
  8. Retornar a Guatemala 1987-1998
  9. Reintegrarse en Guatemala 1995-1999
  10. No regresar al pasado 1999

LA TRAMA

La trama del libro, de las narraciones de las mujeres, es la de un peregrinaje constante, yo digo peregrinaje solidario a contracorriente y leyendo estas historias, me siento muy superficial, incluso avergonzada, diciéndolo, porque es eso un peregrinaje solidario en medio de violencias extremas. Es extraordinaria la naturaleza humana que nos revelan estas mujeres.

Como un río de vida, de muerte, de zozobra, de esperanza y sobre todo de una fortaleza y una solidaridad impactantes, el libro narra  la vida de las mujeres entre 1924 y 1965, las narradoras seguramente muchas nietas o bisnietas de esas mujeres, como pasan de una vida dura e incierta yendo del Altiplano a la Costa ,  a la esperanza de la colonización en Ixcán y Petén entre los años 60 y 70 en donde tienen una vida buena hasta que empieza la guerra entre 75 y 81 y tienen que huir y sobrevivir en la montaña en medio del hambre, la enfermedad y la zozobra. Entre 81 y 84 huyen a México, se establecen precariamente en Chiapas para trasladarse a los campamentos de Campeche y Quintana Roo, donde encuentran cierta estabilidad y tranquilidad. Finalmente, el retorno, la difícil decisión y la reintegración en Guatemala de 1988 a 1999.

UN ARRAIGO Y DESARRAIGO PERMANENTE

La vida de las aldeas en donde nacimos  1924-1965

 Para sobrevivir cuentan el ir y venir entre el altiplano y la costa, entre el clima frio y la sombra de los árboles, al calor sin árboles, Ida y vuelta o la familia separada

 “La tierra, el pedacito propio, se vendía, ir a la Costa sur a sembrar maíz en tierra prestada”.

 “Cortar algodón, café, sembrar zacate para el finquero y cuidar su ganado a cambio de un pedazo de tierra para sembrar maíz.” Desde niñas.

Ante esa supervivencia tan dura surge la ilusión y la esperanza a partir de la colonización del Petén e Ixcán. Era un nuevo desarraigo, pero con un horizonte promisorio.

LA VISIÓN PATRIARCAL

Uno de los hilos que atraviesan el libro. La subordinación de las mujeres a los hombres y a la visión patriarcal de las mujeres.

En las historias hay variaciones pero también constante en la subordinación de las mujeres hacia los hombres y en el predominio de una visión patriarcal en las mujeres que va evolucionando de manera notable en la historia.

“Yo quiero ir a la escuela a mamá, no tu no vas, sos hembra no es importante. Las que van a la escuela se ponen muy huevonas, solo están escribiendo allí y no hacen oficio de la casa 

“Cuando ya tengas edad te vas a casar. Temprano vas a hacer las tortillas a tu marido. Hay que madrugar porque también hay que ir a lavar su ropa. Si no sabes lavar pues no vas a ser feliz con él “

Nunca se hablaba de las relaciones sexuales ni del embarazo ni del parto. La planificación de los hijos

Una tía le decía a Esperanza “Vaya a comprar una libra de azúcar, per rápido, y tiró un escupido en la ´puerta de la casa. Si este escupido se ha secado antes que vengas, a saber, qué te va a pasar”

Aparece la doble jornada (hasta hoy) “Aparte del trabajo de la casa me iba con mi papá al campo”

Olivia Mi papá pegaba a mi mamá si no estaba bien preparada la comida

La historia de Felicia.

La mamá a punto de car a luz y el esposo la obliga a ir a la parcela, a trabajar …Empezaron sus dolores el 1 de mayo y el 5 de mayo murió Mi mamá se murió en mayo y la guerra empezó en julio 64.

Francisca cuenta que si se dejaban porque el hombre tenía otra mujer el hombre se quedaba con la Tierra sacaba a su mujer con chicote con patadas y era el modo del hombre

Adriana Mi papá trató muy bien a mi mamá y de que aceptaba hacer tareas de la casa si era necesario.

El sufrimiento y la muerte de los niños y niñas

“Cuando tenía doce años mi madre murió y me quedé con mis tres hermanos más pequeños”

Morían muchos niños pequeños. Francisca cuenta que se murieron sus primeros 5 hijos que les pegó ojo, porque los iban a visitar

Lucinda dice que tuvo 16 hijos y que se le murieron 7

Juana cuenta que cuando huyeron a montaña “Pasamos como en un sueño y la mera tarde se murió mi niño. Le dejé tirado así nomás con un pedazo de trapo. ¿Enterrar?, no había cómo, no llevábamos machete, ni azadón

ILUSIÓN Y ESPERANZA

En los años 60 y 70   la esperanza e ilusión de irse a Peten o Ixcán

Surgen los proyectos de colonización que fueron organizados por el gobierno y la iglesia católica, la misión belga, la congregación de Maryknoll de Estados Unidos. Se promovió que las familias del sur y del oriente fueran hacia Petén e Ixcán tratando de establecer un proyecto de desarrollo.

Nuevo desarraigo, pero con cierta ilusión

Ana:    Deja a sus padres que la querían mucho, pero “decidí por el amor de mi hijo irme con su padre al Petén”.

Francisca cuenta “mi esposo tenía una radio y escuchó que había Tierra en Ixcán. Vámonos es muy buena Tierra puro verde da frijol plátano café tengo cochinos aquí la Tierra es seca.

Es un tema recurrente la importancia de la tierra para los hijos a lo largo de todas las historias.

Macaria: vendí mis bienes para poder pagar el viaje, el pedacito de Tierra donde estaba nuestra casa que tenía 7 mecates había café mandarina aguacate y bastante leña vendimos todos nuestros bienes y mis trastes.

Cuando se habla de vender y perder los trastes es como deshacerse del último recurso. 

“Los vendí todititos mis trastes”.

La vida en Petén y en Ixcán fue una vida buena.

En las zonas de colonización convivieron familias de varias etnias y había más estabilidad porque ya no era necesario migrar a las fincas y también más acceso a la educación

“Nos iba bien en Ixcán había cardamomo, café ,frijol ,camote ,todo teníamos cuatro bestias 100 pollos y 25 coches dice Margarita y

 Francisca dice sembramos caña limachina . naranja, mandarina, limón.

Esperanza recuerda: nuestra parcela en Petén era pura Tierra negra y daba de todo una Tierra buenísima había arroyos en la parcela murmuraba el agua día y noche

Del desarraigo, una vez más surgía la vida

Pero las relaciones interétnicas tenían sus problemas, por ejemplo, para el matrimonio

Candelaria cuenta soy Mam mi esposo es Kanjoval no nos casamos porque mi mamá no aceptó a mi novio era promotor de salud me fueron a pedir, pero no quiso porque no era de nuestro dialecto Mam

“quién sabe si vas a querer vivir con ellos no son de nuestra sangre familiar puede ser que vas a perder tu traje es lo primero que va a pasar acaso tu suegra va a quererte huipil ella tiene otra clase de blusa tienes que tener la misma blusa que ellos, (el traje es muy importante, difícil dejarlo en México para que no sepan que vienen de Guatemala, deseado para jóvenes que se van a trabajar a la ciudad, complicado retomarlo al regreso a Guatemala)

 En Ixcán tuvo mucha influencia la iglesia católica a través y también la iglesia evangélica

Carmen cuenta que a raíz de una epidemia de una enfermedad intestinal en la que murieron como 70 niños es como empezaron a organizarse las mujeres madres de familia y lograron hacer una clínica y les dieron el médico

Presente y futuro quebrados (la guerra de 75 a 81)

Las familias habían empezado una nueva vida en Petén y en Ixcán. Las condiciones de vida empezaron a mejorar en las cooperativas y las aldeas. Pero se iba a perder todo con la llegada de la represión y la guerra a finales de los años70.

Llegaron los policías cuentan Carmen y les dijeron que no podían vivir ahí porque era parque ecológico.

Y se inician años de brutalidad, crueldad, dolor, hambre muerte, en los que las mujeres sufren doblemente, por todo, pero especialmente la brutalidad de los militares

El ejército tomó control de las comunidades para prevenir que la población apoyara a la guerrilla.

Hicieron su destacamento y tres años estábamos así cuando comenzó la masacre

Pero nosotros no sabíamos qué era guerrilla, si eran personas o si eran animales. Tal vez llegaban, pero como no conocíamos, no sabíamos

Con miedo salimos en la montaña.

 Ahí empieza un tiempo de mucho dolor

Apenas tenía un día de estar aliviada de mi hijo cuando tuve que correr y salir a la montaña. Nos retiramos sin llevar cosas, sin llevar comida. Nomás salimos con la ropa que teníamos puesta. Cuando nos metimos en la montaña vimos que iban los helicópteros encima de la montaña y los soldados

Soldados diferentes

—Cállese señora, aquí no tenemos Dios, nuestro Dios es solo esto —dijo el soldado con el arma apuntada a mi abuela—. La siguiente vez que venimos, ya no van a estar vivos.

 Florencia—No se enoje señora porque venimos mandados. Si no obedecemos la orden, lo vamos a pagar.

Qué es guerra, qué es comunismo

Desapareció para siempre este muchacho. Y así se fueron desapareciendo muchas más personas para siempre.

Reina. Igual agarraban a las hijas y hacían lo que querían con ellas. Después se iban y las dejaban bien amenazadas. Si estaba el marido le agarraban y delante de él violaban a la familia. Y si tenía un hijo al otro día lo llevaban para el ejército. Por eso entre los muchachos grandes había bastante miedo y dormían en la montaña o en el aguatal.

pero también hubo casos en que la guerrilla mató a personas que no querían apoyar y que supuestamente colaboraron con el ejército.

La mayor parte de la violencia extrema contra la población fue por parte del ejército,

Habíamos armado una especie de cadena para que llegara la información, pero a veces era difícil cuando el orientador político bajaba a las diez de la noche para decirnos que bajáramos la información a la población donde había peligro.

Había una señora en la comunidad que era la única mensajera que teníamos. Empezó a tener contacto con gente en Belice. Viajaba en todo el departamento. Era la única forma de comunicarnos entre nosotros. Era una señora muy hermosa, gorda, colocha, pelo esponjado, bonito el cabello de la señora. Pero la descubrieron y no regresó.

Juana: Las mujeres eran las más afectadas por la guerra. Cuando vino la violencia y la persecución tenían que jalar a sus hijos. Pero hay mujeres que perdieron a sus hijos porque no pudieron sacar a sus hijos en tiempo. Había muchachas y señoras que fueron violadas por el ejército. Sus maridos se habían escondidos en la montaña y ellas se habían quedado resistiendo en sus casas

que nos escondimos en el monte.. Ahora tenemos que preocuparnos que los niños no lloraran y había hombres vigilando para ver por dónde andaban los soldados

Masacres y pueblos en llamas

En 1982 la estrategia de tierra arrasada culminó con masacres y con la destrucción completa de 400 pueblos.

Amelia—Ahorita apúrense, vamos a salir de la casa porque el pueblo se terminó. Ya mataron a mucha gente. Mi hijito no sabía qué eran balas. Pensó que eran cohetes. El día lunes a las seis de la mañana comenzaron a quemar a la gente, vivos los quemaron. ¡Vimos el gran humo! Tres días duró este castigo de la gente. Estuvieron una semana. Era la primera masacre de las cooperativas Cuarto Pueblo, Mayalán, Xalbal y Pueblo Nuevo.

Pasaron tres meses y no pasó nada. Después supimos lo que había pasado en Cuarto Pueblo. Era un día domingo, estaba aclarando, cuando rodearon el centro. Toda la gente estaba en la iglesia en el centro para la celebración y sin que la gente supiera los cerraron en la iglesia. Todos fueron masacrados, quemados. Se murieron parejo. Los soldados estaban allí unos cuantos días quemando a toda la gente y sus casas

Comunidades de Población en Resistencia (bases de la guerrilla y se mantuvieron hasta la firma de la Paz en 1996.))  y el nuevo papel de las mujeres

 Muchos sobrevivieron meses o años en la montaña bajo la protección de la guerrilla. Tenían la esperanza de ganar la guerra y poder regresar otra vez a sus casas.

Guadalupe—Húyanse —dijeron—, húyanse, porque ya viene el ejército a matar. Salimos sin ropa, solo mis dos niños llevé, nada más. Fuimos rompiendo montaña y comimos coco de guano. Algunas personas habían llevado un puñito de arroz

De pronto en es condiciones inhumanas, tal parece que las mujeres van construyendo o reconstruyendo su dignidad.

Alejandra: Viví un año en las CPR de Ixcán. Primero estaba en la Sierra y allí la vida era muy individual. Cada quien sembraba su maicito y cada quien veía cómo hacerlo. Pero en Ixcan la vida de la gente en las Comunidades de Población en Resistencia era colectiva. Sembraban y cosechaban juntos.

Reina: No sabíamos qué quería decir hacer reuniones. Allí empezamos a conocer, reunirnos sobre qué íbamos a hacer.

Juana: Nunca en su vida las mujeres habían sido tomadas en cuenta. Lo que jodía era el celo, pero había mujeres que decían:

—Nosotras también podemos, hay mujeres que sí son capaces de hacer cosas, de dirigir.

Lo empezamos a ver en las CPR en donde nos quedamos dos años resistiendo en la selva.

Juana: Había mujeres valientes que también se alzaron. Había muchachas que habían quedado sin papá y sin mamá porque se habían muerto y tuvieron el valor de decidir ir a la guerra.

Hombres y mujeres revueltos hacían posta, cocinaban o iba a traer un manojito de leña. Todos lavaban ropa y se bañaban juntos. Allí nadie puso a un lado a la mujer.

Allí vi la igualdad entre hombres y mujeres, no había distinción. Vivíamos juntos y los responsables nos dijeron también que los hombres debían tener respeto a las mujeres.

 El trabajo nos tocaba parejo, hombres y mujeres. Allí nada dijo: “lave mi ropa porque sos mujer”, allí no.

Olivia: Tardé nueve meses con mis niños en la montaña. Comimos solo raíces.

Refugiarse en México

Las familias perdieron la esperanza de poder regresar a sus casas y a sus parcelas. Más bien llegó el momento de perder todo y de tener que refugiarse en México. Entre 1982 y 1984 se estima que 45,000 personas cruzaron hacia México y se refugiaron en la zona fronteriza de Chiapas. Los primeros refugiados fueron devueltos a Guatemala. Posteriormente fueron acogidos

Marta: Caminamos siete días en la montaña para llegar a México. Éramos cien familias.

Araceli: Cuando salimos de Ixcan tenía diez años.

Adriana: A los veinte días de estar en México llegó la migra a sacarnos

Lloramos a la hora que los soldados nos mandaron de regreso. Dijimos que no queríamos ir. Los mismos soldados se pusieron a llorar, nos abrazaron y nos dijeron que no tuviéramos pena, primeramente, Dios que no nos iba a pasar nada. No estaban de acuerdo que nos volvieran a regresar. Pero el teniente de la migra sí. Prendieron fuego a nuestras champitas para que fuéramos.

Estar en lo claro en Chiapas,

1981–1984

Cruzaron el río y buscaron donde quedarse en la zona fronteriza de Chiapas. Fueron recibidos por la población Mexicana en sus comunidades y ranchos. La solidaridad de la población y de la iglesia católica Mexicana fue muy significativa, reconocida y agradecida por los refugiados. En 1980 se formó la Comisión Mexica de Ayuda a Refugiados (COMAR), a raíz de esto, en 1982, el Alto Comisionado de Las Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR) comenzó a tener presencia en México.

Se hicieron campamentos en donde se sabía que vivían alrededor de 40,000 refugiados, pero en realidad eran muchos más.

Luisa: Cuando llegamos en Chiapas en el 81 sentimos una alegría. Nos habíamos salvado. Ya había llegado mucha gente, primero un grupo y el segundo grupo éramos nosotros. La gente estaba contenta, hizo sus fuegos y coció su arrocito. Había comida y el otro día los niños seguían comiendo. Las hermanas, las monjitas de México, estaban preparadas en el lugar.

Susana: Dios se los pague a los Mexicanos porque nos dieron mucha ayuda. Cuando llegamos nos dieron quince costales de maíz. Dormimos tranquilos y amanecimos sin miedo.

Catalina: Cuando llegamos nos dieron un vaso de bebida caliente cada uno. ¡Ay Dios!, miré a mujeres que estaban lavando su ropa y que se estaban peinando.

Año y medio estábamos así posando con los Mexicanos como si

fuéramos familiares. Hablaban Tzeltal y tenían traje de color negro

Julia: Había tres campamentos.

Tuvieron que dejar sus cortes y vestirse con vestido, se dieron casos de refugiados que regalaron a sus hijos a mexicanos.

Regalar a los hijos

Teresa: una pobre señora a quien el ejército le había

matado a su esposo, regaló a sus dos hijos, aunque con sentimiento de dolor, pero no había de otra

Felicia:   Después una señora mexicana le dijo a mi papá:

—Regáleme su hija.

—Está bueno —dijo y me regaló.

Allí crecí con los Mexicanos en Loma Bonita. La señora me daba buena vida.

 Mujeres en reuniones

Las mujeres  fueron invitadas a participar en reuniones y en trabajos colectivos,

Luisa: Después de pocos días de haber llegado nombraron a nuestros responsables y se nombró también a una responsable de las mujeres.

Ya no pueden estar aquí

Después de la adaptación y de dormir tranquilos y sin miedo, al año,  llegaron a decirles. Ya no pueden estar aquí porque la línea está demasiado cerca. Por estar aquí pueden morir mexicanos si su gobierno viene a tirar bombas. Entonces no solo ustedes van a morir, pero también los mexicanos. Mejor que se vayan a Campeche o a Quintana Roo.

Hasta cuando llegamos en Quintana Roo teníamos miedo.

—No se vayan a asustar —nos decía la gente del ACNUR y de la COMAR—. Aquí no hay nada, no vayan a espantar a los niños, aquí van a vivir tranquilos. Van a tener su escuela y los niños van a tener sus clases. Aquí van a tener su vida, aquí vana morir, aquí van a quedar sus huesos.

Me puse a pensar: “¡ay no!, ¿qué tal si ya no vamos a regresar?”.

—Los niños que van a nacer aquí son mexicanos

Y así fue, nacieron muchos niños ahora mexicanos

Alicia: No quería ir porque en  donde estaban se veían las montaña de Guatemala.

Aunque no estábamos en aquel lado, solo verlas nos hizo sentir cerca.

¿Nos vamos o nos quedamos?

Luisa: Tardamos un año en Chiapas dando forma a nuestra vida. Ya tenía mi casita. Pero cuando el ejército mató a un muchacho los empleados del ACNUR y de la COMAR

dijeron que íbamos a salir a Campeche. Unos no aceptaron la salida.

—Mejor vamos a esperar la muerte aquí, porque no queremos salir otra vez. De verás estamos cansados de perder todas las cosas otra vez. Apenas estamos recuperando aquí unos trastes. No nos vamos.

7. Campamentos en Campeche y

Quintana Roo, 1984 – 1998

En 1984 los refugiados fueron reubicados desde Chiapas y llegaron con sus pocas pertenencias a Campeche y Quintana Roo. Mientras se construían los campamentos, las familias fueron alojadas en galeras donde estuvieron amontonadas, un buen tiempo, bajo condiciones difíciles. En Quintana Roo las galeras estaban en los Lirios y en Campeche, en Hecelchakán y Chiná.

 Los campamentos tenían una estructura urbana, casas en filas, frente a la calle, todas alrededor de un centro en donde había: plaza central, servicios públicos, escuela, clínica, salón cultural, iglesia, talleres para proyectos comunitarios, mercado, tiendas y la casa de la COMAR. En Quintana Roo los solares eran mucho más amplios y había más tierra disponible, para cada familia,que en Campeche. Por eso, en 1990, se construyeron en Campeche los asentamientos Santo Domingo Kesté y los Laureles, en estos hubo mejores condiciones de vida con una perspectiva a largo plazo.

Lucrecia: Las casas estaban muy pegaditas. En el inicio era duro, pero después nos acostumbramos.

Esperanza: Vivíamos en el módulo Dos de Quetzal Edzna. Para mí no estaba bien. Fijase, aquí la casa de uno, luego la casa de otro, la de otro, la de otro, la del otro, así en una línea. No estaba acostumbrada a vivir así. Estaba acostumbrada a vivir en un ranchito, que sea con una cucarachita por allá, pero yo sola viviendo tranquila conmis animales. Y si me daba ganas de dormir, me acostaba en mi hamaca vieja o sea en un tapesco viejo de varas a la hora que quisiera. Si tenía qué comer, comía, si no tenía qué comer, pues no comía, pero nadie me estaba mirando, solo yo sabía que no había comida porque no tenía. Pero en el módulo Dos, aquí estaba yo y al lado estaba mi vecino. No le estaba dificultando la vida si tenía que comer o no, pero asu vez mi vecino me estaba criticando diciendo cosas como: —Mira Fulana no ha comido, no tiene de comer. Mira vos, Fulana consiguió carne, está comiendo carne. No quería que veían que

Poca participación de las mujeres en la estructura de coordinación de los campamentos,  pero neutralización del racismo

Fermina: Antes la gente decía que los que tenían dialecto son indios y no debías hablar con ellos. Discriminaban al indígena. Pero en el refugio explicaron que todos éramos iguales y ya no había discriminación.

Margarita: Cuando llegamos en México poco a poco aprendí a hablar. Antes no hablaba con cualquier persona. Miraba a la gente, nomás saludaba y pasaba. Antes no había reuniones, pero en México sí. Los mexicanos llegaban a vender de todo, naranjas, limones, plátanos, mangos. Pasaban por mi casa y hablaban conmigo aunque no podía contestar. Tal vez les gustaba que hablara con ellos. Así aprendí a hablar con cualquier persona.

Adriana: Cuando llegamos en Quetzal Edzna no sufríamos. La COMAR y la iglesia católica nos mandaron bastante mercancía, minsa, azúcar, jabón, sal, frijol, arroz, aceite, huevos, repollo, papas, zanahorias y a veces tomates. Una vez a la semana nos daban pollo y pescado. No comprábamos ninguna clase de mercancía, hasta verduras nos dieron

La tierra

Las familias refugiados recibieren un solar y tierra para sembrar en usufructo.

Verónica: Había agua potable en cada casa. Nunca cargué agua de un arroyo.

Trabajo

Para poder cubrir las necesidades tuvieron que buscar trabajo asalariado afuera de los campamentos. Al inicio no había libertad de salir de los campamentos, debían solicitar permiso. Sin embargo, a través de la COMAR consiguieron empleo en las plantaciones de azúcar, de algodón y en los ranchos. Muchos hombres y jóvenes también se fueron a trabajar a otras ciudades, sobre todo a Cancún.

También las mujeres. Para poder pagar mis faenas me fui a trabajar en Campeche en casas. A veces las patronas me trataban bien y a veces mal.

Shorts.  Verónica: Cumpliendo los trece cuando empecé a tener más amigas y algunas de ellas se iban a trabajar en la ciudad. La mayoría se fue a Cancún, pero yo estaba estudiando,

todo esto fue reconfigurando las relaciones familiares y de género

Pequeñas empresas

Escuela para todos

En todos los campamentos había una escuela preescolar y primaria. Los mismos refugiados dieron clases a los niños, fueron nombrados promotores de educación que trabajaron bajo la responsabilidad y supervisión de maestros mexicanos.

Educación sexual

Hijos clandestinos

A veces llegaba el aviso de que un hijo había muerto en la montaña. Si un hijo murió en la clandestinidad, el dolor y el luto también era clandestino.

Una gran sorpresa

Esperanza: —Vas a morir de tanto llorar por tu hijo —me decían—. Mira, mi hijo ya está de vuelta.

¡Ay Dios!, sentí que las piedras se juntaron en la tierra, se me agarró un sudor helado y mis lágrimas se desarmaron. Vi al hombre parado en la puerta. Le estaba mirando como que no lo miraba, por Dios santo, ¡mi hijo! Catorce años no le había visto, ni de día ni de noche. En horas de la noche siempre me había levantado y lloraba amargamente por él.

—Primeramente, Dios, no me deja morir sin ver a mi hijo otra vuelta.

Independencia económica

Martina: Desde que fui ganando unos centavos, compraba lo que quería. No era mucho, pero a veces quería chupar un dulce o comer un pan y ya no le tenía que pedir dinero a mi marido. Compraba mi ropa a mi gusto y ya no me podía regañar.

—¿Por qué hasta ahora me hablas así?

—Gracias a Dios he aprendido en el trabajo cuáles son mis derechos y también los derechos de mis hijos. Pero si no nos entendemos, a ver ¿qué vamos a hacer?

Lo miraba y cuando quedó en las Comisiones Permanentes nos quedamos de acuerdo y me dio libre.

—Vaya, el hombre tiene derecho para ir y las mujeres también —decían.

Cuando mi marido escuchó esto, abrió su oído y su pensamiento. Entendió que las mujeres pueden salir y no solo los hombres.

Adriana: Directo mi esposo y yo no nos entendíamos. Después la iglesia evangélica me protegió bastante. Logré que mi esposo también se hizo evangélico y dejó de hacer cosas que hizo por su ignorancia y que me perjudicaban. Cuando aceptó me sentí una mujer liberada porque había sufrido muchos martilleos. Ya no salía en las parrandas, ya no tomaba, ya no era grosero, ya no me trataba mal y ya no me ofendía. Cuando se convirtió era una felicidad para mí.

Ana:—Esa anda vagando porque manda a su marido. ¿Saber qué anda haciendo por allá? Este hombre es un bobo. Ella hace lo que le dé la gana y su marido no le dice nada porque le tiene bajo sus zapatos —así nos criticaban.

Las mujeres se organizan

En la guerra y la resistencia las mujeres habían tenido nuevos papeles. En el refugio las mujeres salían de sus casas y participaban en organizaciones de mujeres y en la comunidad. Más mujeres se dieron cuenta de que tenían derechos y empezaron a romper con el papel tradicional de la mujer. En este proceso tuvieron apoyo de ONGs, la iglesia y el ACNUR. Empezaron a hablar y a tener nuevas experiencias. Entraron nuevas palabras en el lenguaje como la palabra: proyecto.

Reuniones, talleres y proyectos

Carmen: La gente se fue organizando y permitió dar talleres. Se incorporaron ONGs para apoyar el desarrollo humanitario. La gente aprendió mucho. Se aprovechó bastante el tiempo que estuvimos en el refugio para capacitarnos, conocer nuestros derechos y para llegar a un consenso para el regreso.

Marta: En la montaña las reuniones solo eran para pasar información y no para dar opiniones. En México era distinto. Había que opinar, decir lo que a uno no le gustaba o con que uno no estaba de acuerdo.

Nuevos papeles

Guadalupe: Se organizaron las mujeres, trabajaron como promotoras de salud, como comité de nutrición, maestras de preescolar y coordinadoras de la organización de mujeres y de promotoras de educación inicial. Allí estuve trabajando un tiempo.. De repente

nació la idea de formar una organización de mujeres. Se formó la organización de Mamá Maquín en el 89.

Derecho de hablar

Se les quitó el miedo y la vergüenza de hablar

Angélica: Las mujeres podían platicar con las ONGs que llegaban.

Margarita: Cuando estábamos en Quintana nacieron las organizaciones de las mujeres.

La primera organización era Mamá Maquín

Fue un proceso intenso de dignificación de la mujer y por lo mismo del hombre y de la comunidad.

8. Retornar a Guatemala, 1987-1998

En 1986 el gobierno del presidente civil Vinicio Cerezo empezó una campaña de propaganda para convencer a los refugiados de regresar a Guatemala porque la democracia supuestamente se había restablecido. Mandó una delegación con su esposa

Por eso, a finales de 1987, los refugiados nombraron a las Comisiones Permanentes de Representantes Refugiados Guatemaltecos en México, CCPP, para negociar el retorno colectivo. El 8 de octubre de 1992 se firmaron los siete acuerdos para el retorno, acordaron un retorno colectivo y organizado bajo condiciones de seguridad y de dignidad, a través de decisiones voluntarias y personales

Siguió el proceso de migración. Después de más de diez años de refugio cada familia tenía que decidir si quedarse o retornar.

4,000 personas regresaron de manera individual y 40,000 de forma colectiva. Volvieron a sus tierras en Ixcán, Petén y la Costa Sur o a nuevas tierras. Estas tierras fueron compradas gracias a un crédito negociado con el gobierno

18 000 refugiados se quedaron en México

Carmen: Raquel Blandón, la esposa del entonces presidente de Guatemala Vinicio Cerezo , visitó nuestro campamento y dijo que olvidáramos el pasado. Pero lo cierto era que la guerra había dejado bastante lastimado el corazón de la gente campesina indígena por tantos huérfanos y viudas.

No cerrábamos los ojos ante esta realidad. Tampoco podíamos olvidar esta historia aunque ya se habían firmado los acuerdos de paz

Discusión en las casas

Difíciles y dolorosas fueron las discusiones al interior de las familias, entre los que quería regresar y los que no querían, sobre todo los jóvenes que  ya habían nacido en México

Para muchos jóvenes el retorno significaba dejar el país donde crecieron y donde se habían enraizado. Se habían acostumbrado trabajar en las centros turísticos y eran más urbanas que del campo. Para los más jóvenes retornar a Guatemala significaba irse al exilio

Araceli: Fue difícil porque al principio no queríamos retornar. Mi papá quería regresar

Isabel: Era más mi papá que quería regresar. Mi mamá no.

—No quiero regresar. Allá no tengo nada. ¿Qué voy a encontrar allá?, mi casa hecha ceniza. Puede pasar igual y volver la guerra.

Josefina: Cuando oía mencionar el retorno, me alegré porque nuevamente

iba a ver a mi familia, a mi mamá y a mis hermanos. Mucha gente había

muerto por la violencia, pero gracias a Dios ellos estaban vivos.

Felicia: Las muchachas habíamos crecido en México. De las que andaban trabajando en Cancún algunas se quedaron. Escucharon que en Guatemala iban a vivir en la montaña en el lodo. ¿A caso iban a estar de acuerdo de vivir así? Estaban hallados de tener buenos zapatos, buena ropa, televisión y buena comida. ¿Y venir a sufrir otra vez, no. Muchas se quedaron.

Chillaba bastante porque tanto tiempo había estado allí, desde que tenía nueve años hasta veintitrés. Jóvenes de esta generación ya no nos sentíamos Guatemaltecos, éramos más mexicanos que Guatemaltecos. A pesar de esto muchos jóvenes regresaron, pero fue muy duro. Duele quitar las raíces, pero después me encariñé con el Quetzal.

Organizarse para retornar

Las CCPP promovió, organizó y negoció el retorno. Los grupos se organizaron conforme el lugar donde querían retornar

Las mujeres se organizan para retornar

Las mujeres de cada vertiente se organizaron, las de la vertiente sur en la organización Madre Tierra y las de la vertiente noroccidente en la organización Mamá Maquín.

Las mujeres de la vertiente norte, que cuentan aquí su historia, formaban la Asociación Nacional de Mujeres Guatemaltecas Ixmucané. En reuniones y talleres se prepararon a la nueva etapa de vida. Fueron acompañadas por la ONG COMADEP y hubo apoyo de expertos, otras ONG nacionales e internacionales, la iglesia y el ACNUR.

Alejandra: Poco a poco nos organizamos con puras mujeres. Antes no había, pero cuando empezamos a organizar el retorno se fundó la organización de mujeres que llevaba el nombre de Ixmucané en las fechas 24 y 25 de noviembre en el año 94. Allí las mujeres empezamos a ver nuestros derechos y los trabajos que íbamos a tener. Me gustó participar y asumimos responsabilidades en el retorno. Primero ignoramos qué quería decir Ixmucané y cuáles eran los objetivos, pero luego sí nos dimos cuenta. El primer objetivo era luchar la tierra. Los siguientes objetivos eran relacionarnos con los vecinos de la finca, organizarnos como comunidad y como mujeres tener la plena participación en la comunidad y asumir responsabilidades. Se trataba de tener la plena participación política, social, económico y cultural. Y aunque, al parecer al principio se retrasó la participación de las mujeres, al final sí se logró.

El viaje  Caravanas de autobuses, vuelo ene Hércules a Santa elena en Petén , Una ceremonia maya en Tikal

Entre 1995 Y 1998 se realizaron siete retornos a Petén a los lugares el Quetzal, la Esmeralda, el Tumbo, Santa Amelia, Laguna Perdida, Huacút y San Martín. En enero de 1999, año en que se realizaron las entrevistas, las mujeres contaron sobre los primeros años después del retorno a Guatemala. Hablan de la llegada y de la construcción y organización de sus nuevas comunidades. Era empezar de nuevo y poco a poco tener la confían

El exilio había sido una etapa, dolorosa, sí pero de mucho desarrollo para las mujeres

Rosario: En México tuve cursos de Derechos Humanos. Aprendí que tenemos derechos, derecho de vivir, de hablar y de tener una vida buena. Logramos la carreta, la clínica, la escuela y la tienda de la cooperativa porque lo fuimos a pedir con las autoridades

Delfina: Mi esposo no dice nada cuando voy a una reunión. Cuida a los hijos, los animales y las siembras en el solar de la casa. Cuando regreso a la casa ya está limpia, ya barrió y ya bañó y cambió a los niños.

Rosario: Los dos estaban ciegos, tanto el hombre como la mujer.

Olivia: Antes de venir a México tenía mis ojos tapados, pero allí dieron orientaciones sobre la participación de la mujer

Martina: Ahorita los jóvenes se conocen en la calle y se pueden hacer novios, pero antes no era así

Josefina: Quiero que mis hijas crezcan en el ambiente que teníamos en México. Ese ambiente les da ánimo sin tener vergüenza o miedo de participar. Mis hijas participan en grupos de jóvenes.

Aunque La guerra siempre resuena en la mente

Lourdes: No quiero recordar lo que pasó antes, pero me agarra en mi sueño.

Guadalupe: Estamos aquí en Guatemala. Por mi parte me siento alegre, me siento contenta y ya no siento miedo.

Conocer mi cuerpo

Te preguntabas de dónde viene el embarazo y por qué será así. Tal vez le daba pena contar o a lo mejor mi mamá no sabía nada. Pero ahora hay un cambio. Ahorita les estoy explicando a mis hijas cómo es para que no se asusten, que ya sepan qué es el problema de la mujer

Mis hijas

Josefina: Quiero que mis hijas crezcan en el ambiente que teníamos en México. Ese ambiente les da ánimo sin tener vergüenza o miedo de participar. Mis hijas participan en grupos de jóvenes.

Derechos del pueblo indígena

Araceli: Somos indígenas y siempre así nos han tratado. Según me contaba mi papá los indígenas éramos tratados como “indios”. Ahora somos iguales todos. Sufrimosla misma situación y la misma guerra nos hizo huir.

Catalina: Hasta ahora escuchamos del valor del pueblo indígena. Lo estamos conociendo un poquito. Es cierto que decían que el indígena era igual que un perrito,que no era más que una cosa entre otras cosas

Carmen: Lo que queremos enseñara nuestros hijos en primer lugar es el respeto a nuestra Madre Tierra, el respeto a la naturaleza y la celebración del Día del Maíz, el valor que tienen los templos, elcalendario y las ceremonias mayas. Queremos rescatar las costumbres como: la música,el baile, la danza y los idiomas.

¿Por qué este libro?

Alejandra: El libro es importante para que no se mueran la historia y las experiencias que hemos tenido, que se queden con nuestros hijos porque son el futuro y que sigan nuestro camino. Que los niños y niñas que crecen ahora no hagan diferencia entre hombres y mujeres, que no sean ciegos a los derechos de la mujer.

La olla quebrada

Carmen: Haber retornado para nosotros significa recuperar la olla que se quebró.

Estábamos como en pedacitos, unos muertos, otros llegados a su destino, otros yendo de regreso y familiares de los cuales no sabemos que si están vivos o no. Antes estábamos como una olla entera, pero en el momento que se dio la destrucción del ser humano, la olla se rompió en pedacitos. Al final no éramos nada, solo un pedacito de una olla toda desarticulada. Ahora queremos remendar esta olla. Cuesta muchísimo, no es fácil y ha dejado muchas cicatrices, pero hacemos una nueva olla con un futuro nuevo y con una visión más justa.

Presentación Puebla IBERO: Eugenia Vigil

Primero agradecer profundamente por la invitación a presentar este tan importante e imperdible libro, porque poder leerlo es un regalo, que sensibiliza el corazón, que narra dignidad y que está lleno de sabiduría. Pienso que, así como su portada, es un tejido que entreteje la palabra y experiencias de las mujeres mayas, haciendo frente a la sistemática eliminación de la historia, de los crímenes y terrorismo de Estado, la violencia y masacres de un ejército genocida, cuyo intento por borrar la historia sigue legitimando las violencias y abusos presentes, la naturalización de las desigualdades y la represión. Hace frente, a la invisibilización constante de la vida de las mujeres campesinas, las mujeres mayas y su estar en la historia. Ante este despojo del relato histórico, las mujeres narrando sus vidas, reivindican la memoria, ese territorio en disputa permanente, para lo que ellas comparten, “es nuestro derecho como pueblo sobreviviente que quede un relato de nuestra historia”. Hablar también de la continuidad tanto de represión como de lucha, desde el mirar, sentir y hacer de las mujeres mayas, haciendo un rescate de los dolores históricos al mismo tiempo que de la reivindicación y los cambios ganados, reconocer la dignidad de las mujeres y de todas las personas que lucharon. Un “No volver al pasado”, que al mismo tiempo que narra los horrores del genocidio, relata la manera en las que las mujeres hacen del tiempo de refugio una escuela, un despertar, esa capacidad de transformar el dolor en organización, aprendizaje y construir en donde cambia su imagen de ellas mismas, desde sus palabras, “ya no estamos ciegas”, “hoy la mujer habla, tiene el derecho a organizarse”, al cuestionar las relaciones de género en las familias y a nivel comunitario, las opresiones y condiciones de las mujeres previas al desplazamiento forzado, en donde como dicen, “las mujeres estaban sometidas al reglamento de los hombres. Ahora las mujeres tienen su propio reglamento y lo hombres tienen más claridad.”

Ejercer su derecho a narrar la historia, como se menciona, “dando sentido a sus experiencias de vida, para que no sean tapadas otra vez por el olvido y la marginación”, así como la importancia que tiene poner en el centro, ante todo momento histórico y resistencia, la pregunta ¿en dónde están las mujeres en la historia? ¿en dónde están las mujeres campesinas, las mujeres mayas en la historia?

Porque aparecen los múltiples espacios tanto de la lucha revolucionaria y la resistencia en la montaña, como en la lucha diaria, cotidiana por cambiar las condiciones de vida, como mujeres que viven y sufren las injusticias, pero que también se organizan y reconocen todos esos espacios que han construido, todos esos fogones que han cuidado.

Aparece el territorio casa, tantas veces invisibilizado, que las mujeres reconstruyen constantemente ante las diferentes situaciones de violencia tan profunda, en donde ellas hacen visible los espacios, prácticas y trabajos cotidianos de lucha por la vida digna. Aparece el fogón, la parcela, el café, la milpa, la hortaliza y los frutales, la crianza de animales, los solares, el corral de borregos, el pastorear, el cardamomo, el tule y los petates, los cántaros de barro, los tejidos, canastear, el requesón, el pan, las conservas, las tortillas, la venta de atol, el achiote fino. El territorio casa como un espacio también de resistencia, que sostiene la vida, y la lucha, su ser cuidadoras de vida, pero que cuestiona la imposición histórica a las mujeres para romper el aislamiento que supone, de romper las cuatro paredes y darle valor a sus aportes a la economía familiar, así como sus logros al acceso que tienen, antes prohibido, a la participación social, económica y política, “no queremos volver a lo de antes cuando estábamos encerradas en nuestra casa. Nos costó demasiado de levantarnos y de despertarnos”.

Aparece también el territorio tiempo, en donde las mujeres reconocen que antes no tenían derecho al descanso y que todo ese trabajo no estaba valorado, en donde la mujer es la primera en despertar y la última en dormir. “Cuando regresamos en Guatemala nuestros ojos, oídos y pensamientos estaban abiertos, veo que hay cambios”. El inicio de la corresponsabilidad en los cuidados, que, aunque es una lucha permanente y hace falta fortalecer, también hay algunos cambios en los hombres que ellas rescatan: “Los hombres sentían que tenían más valor que las mujeres. Los hombres eran machos y se comportaban como un gobierno (…) Ya no estamos dormidos, los dos estamos despiertos”.

Resaltar también la montaña, la resistencia, la lucha por la vida, en donde “el monte le defiende a uno”, en donde no andaban solas, hay trabajo colectivo y nuevos papeles de las mujeres, la posibilidad de decisión de ser médica o educadora o dar charlas de información política, en donde ellas expresan,

Me di cuenta que seguramente somos iguales y en la información política decían que mujeres y hombres tenían los mismos derechos. Mujeres y hombres teníamos la misma valentía e igual el miedo”. Una enseñanza fundamental de afrontar el miedo juntas y juntos desde la organización palabra en ese tiempo prohibida, al igual que trabajo comunitario, y como dicen: Una sola leña no hace la llama.

Por otro lado, este libro muestra la importancia del rescate oral con tanto sentido, y significado profundo en el cómo se narra la vida, la sabiduría de las mujeres y la transmisión de esta “para levantar la vida”. Los cambios en la transmisión de conocimientos y solidaridad entre ellas, que sus hijas y las niñas tengan lo que ellas no tuvieron, que sepan lo que ellas no supieron y que a la vez sepan todo lo que ellas saben y lo que aprendieron en la resistencia y el refugio. Rompiendo con negaciones generacionales, como el crecer de las niñas sin conocer su cuerpo, los cambios que tiene, aprender sobre la menstruación, el embarazo, el parto, sobre el poder decidir cuántos hijos e hijas tener, con quien casarse, sus derechos sexuales y reproductivos, el recibir educación sexual que narran. Se muestran en este sentido, las triples luchas de las mujeres, que resaltan cómo su mirar, sentir y narrar colectivo profundiza, aclara y enriquece la historia.

Ellas narran la explotación y el sufrimiento en las fincas algodoneras, cafetaleras, azucareras, el trabajo duro, el alquiler de la tierra, el hambre, el trabajo doméstico en la ciudad, la vida de las niñeces en donde el tiempo para jugar no era parte de su rutina diaria. Narran las implicaciones en los cuerpos atravesados por la violencia, en la salud, las enfermedades, la tan presente y dolorosa muerte de las niñeces, las múltiples movilidades y migraciones, tanto por la pobreza y por buscar tierra fértil para vivir, como por el desplazamiento forzado por la violencia y masacres. Comparten los despojos múltiples a través del tiempo, el despojo de la tierra desde el inicio por los finqueros, el del cuerpo, la violencia sexual, tortura, el despojo de toda posibilidad de vida por el ejército genocida de un Estado al servicio del capital, dejando masacres y pueblos en llamas en donde en sus palabras, “no dejaron ni una semilla”. El seguir caminando en la oscuridad, el dolor inimaginable de ver a sus seres queridos sufrir y morir en el camino. La decisión de la huida, sobrevivir en la montaña, la lucha, la llegada a México como personas refugiadas, una nueva vida sin tierra, su reubicación a campamentos en Campeche y Quintana Roo conviviendo con diferentes etnias: cakchiqueles, chortices, ixiles, jacaltecos, kanjobales, mames, q’eqchíes, quichés y ladinos, en donde nace y crece toda una nueva generación de niñas y niños, su decisión y participación en el proceso de retorno y en la reconstrucción de la vida en las nuevas comunidades, su empezar de nuevo.

Aparece la importancia de la tierra fértil, y el derecho a ella, en la que se puede sembrar milpa, que da de todo, “que no es un medio lucrativo, sino es medio de vida” y que ya no sea del patrón. También, como mencionan, el sentimiento humano con la tierra, los montes que curan y las medicinas naturales, los montes para la planificación familiar, la celebración del día del maíz, las hortalizas y las semillas, la música, el baile, el traje, la cultura, como dicen: “todo esto va relacionado con el entorno porque ahora estamos directamente en nuestra tierra”. La dignidad vinculada con el habitar sus tierras y la centralidad de la milpa como indicador de una vida digna. La milpa siempre presente durante sus vidas, así como el sufrimiento ante la negación de poder sembrarla. La formación política en la montaña y desde el refugio en las organizaciones de mujeres, en donde aprenden el porqué de la lucha, de un levantamiento armado principalmente por la tierra,ante la desigualdad, discriminación, racismo en Guatemala, el acaparamiento de tierras y la explotación, de luchar por el derecho a la tierra, el derecho a ser campesinas y campesinos, a hacer milpa, a defender la vida, y que este sea el porqué, la verdad, y el, “motivo del ejército para matarnos (…) acabar con los pobres porque estábamos protestando contra los ricos”. Los soldados aparecen como una plaga devastadora.

La tierra nuevamente ante la decisión de volver a Guatemala, donde, aunque con miedo, “la tierra hace retornar”. La organización para un retorno colectivo con condiciones de dignidad y seguridad, cargar con semillas y plantas para sembrar, comparte una compañera, “teniendo que arrancar tus raíces de una tierra y ponerlos en otra. Con mucho valor y con ganas de vivir sabía enraizar la vida otra vez”. Los objetivos de la organización de mujeres y de participar en el retorno para exigir sus derechos ante el gobierno de Guatemala, rescatar la cultura, que no se perdiera el idioma de cada una, y defender los derechos de las mujeres.

Reconstruir la vida comunitaria entre diferentes etnias, pero con sufrimientos compartidos, los trabajos colectivos de las mujeres, con fracasos y conflictos inevitables, pero también con logros y avances, sus proyectos de pollos, cochinos, conejos, tejidos, cabras, apicultura. Ser comadronas, promotoras de salud, de educación, el trabajo de oficina, las cuentas, asumir cargos, responsabilidades, ser presidenta de la cooperativa, aún con muchos retos para las mujeres. Los nuevos solares en tierra propia en donde tienen sus naranjas, limas, mango, aguacate, plátanos, mandarina, piña, caña, cacao, café. La participación de las mujeres no solo en la comunidad, también a nivel nacional.

Escuchar/leer desde el vivenciar de las mujeres y las niñas, porque muchas eran niñas cuando vivieron todo esto, su apropiación, visualiza las cotidianidades múltiples, el viaje interminable y doloroso, las formas de reinventarse, su creatividad, su ejemplo, sus huellas y su sabiduría que alumbran el camino y que aportan también, desde las luchas actuales, la conciencia y la memoria histórica de que no se pueden repetir esas experiencias de violencia. La profundidad en su compartir lo que significa ser mujer que sobrevivió la guerra, que estuvo en la montaña, en el refugio, en el retorno, que reconoce el ejercicio del poder, y aún así entregar esperanza, esa esperanza como un territorio en permanente construcción colectiva y disputa, la conciencia de los derechos y conocimientos de las mujeres, de los derechos de las niñeces, y de lo que no se puede dejar de tener, como mencionan: el derecho de tener momentos de alegría, de participar, de ser escuchadas, de hablar con cualquiera sobre asuntos de trabajo, sobre la pobreza, sobre sus necesidades como mujeres, también sobre las hierbas y los consejos sobre otras cosas de la vida, como salir adelante.

La mezcla de rabia y esperanza al leer este libro, escucharlas mirarse, reconocer todo su trabajo, su resistencia, sus dolores compartidos, la posibilidad de entre ellas transformar sus vidas, sin dejar de nombrar todo lo que falta por hacer, así como la continuidad de opresiones, injusticias y el corazón lastimado que dejó la guerra. Todas las casas que han hecho, las milpas que han trabajado, las hortalizas y solares que han sembrado, todos los fuegos que han cuidado, que alumbran los lugares más adversos son una luz también para quienes las leemos, es la luz que este tejido de la palabra transmite, con el que me queda más claro que la esperanza, tan difícil de comprender, como la tierra, es de quien la trabaja.

Es una luz para exigir justica y reconocer la historia de las mujeres, esas historias robadas y negadas junto con la verdad sobre el genocidio en Guatemala. Para concientizar, no olvidar y para que esto no vuelva a pasar, al mismo modo que como mencionan, las niñeces sigan su camino, su ejemplo, sus huellas, conozcan su historia, y crezcan con mejores condiciones de presente. La manera en la que está plasmado muestra el compromiso, el cuidado y solidaridad al tejerlo, las fotos, los mapas, la explicación de palabras, transmiten la lucha por la vida. Leerlo prende también la rabia e indignación por tanta violencia continua y que nos guíe a no dejar de luchar, a honrar, como el libro, la memoria, la vida, y la palabra latente de las mujeres mayas y campesinas que deciden con valentía contar su historia, la historia y el lugar que ocupan en ella, construyéndola también. Cierro con este pasaje sobre el significado del retorno que se comparte:

Haber retornado para nosotros significa recuperar la olla que se quebró́. Estábamos como en pedacitos, unos muertos, otros llegados a su destino, otros yendo de regreso y familiares de los cuales no sabemos que si están vivos o no. Antes estábamos como una olla entera, pero en el momento que se dio la destrucción del ser humano, la olla se rompió́ en pedacitos. Al final no éramos nada, solo un pedacito de una olla toda desarticulada. Ahora queremos remendar esta olla. Cuesta muchísimo, no es fácil y ha dejado muchas cicatrices, pero hacemos una nueva olla con un futuro nuevo y con una visión más justa.”

Prensa Libre 1 diciembre: Premio Quetzal de Oro

por Haroldo Shetemul

Publicado en el Prensa Libre el 1 de diciembre de 2023

No regresar al pasado

No regresar al pasado, de María Adelaide Menting (Piedra Santa), se hizo acreedora del Premio Quetzal de Oro al mejor libro del 2023, concedido por la Asociación de Periodistas de Guatemala (APG). El jurado calificador, integrado por el escritor Julio Serrano, la antropóloga Artemis Torres y quien esto escribe, tuvo una ardua labor para definir al ganador por la calidad de los textos que llegaron a la APG para participar en el certamen. Merecieron mención honorífica La economía atrapada, de Juan Alberto Fuentes Knight (F&G), y Extraño y casi inverosímil relato de la boda más compleja y espinosa que nadie pueda imaginar jamás, de Víctor Muñoz (Cultura). Este galardón había dejado de otorgarse desde el 2014 y ahora vuelve a hacerse presente para reconocer la creación literaria que se enfrenta a un terreno muy árido en Guatemala, por los altos costos de impresión y la baja demanda. Por eso es importante este tipo de distinción para animar al público a apreciar la labor de los escritores.

La obra galardonada con el Quetzal de Oro, de la APG nos relata una historia cruda y corrosiva desde la vivencia de mujeres indígenas.

Haroldo Shetemul

El contenido de las 664 páginas del libro de Menting se encuentra en los diez años que vivió y trabajó en los campamentos de refugiados guatemaltecos en el sur de México y en las cooperativas de refugiados retornados en Petén. No se trata de un texto improvisado, sino de una obra que se sumerge en la vida de mujeres que vivieron en carne propia las vicisitudes, el dolor y la tragedia del conflicto armado interno. Este texto se desarrolla a partir de 59 entrevistas de mujeres indígenas. Menting supo escuchar sus historias, sus llantos y sus risas. Son las voces de una Guatemala herida que quiere ser escuchada. Se combina la tradición oral y la redacción meticulosa que implica ordenar el caos de las historias contadas por cada una de las entrevistadas. La idea de elaborar el libro surge en 1998 y la última página se escribe en el 2021, o sea 21 años de la vida de la autora.

Hay cierto paralelismo entre Pedro Páramo y No regresar al pasado. Rulfo crea Comala a partir de las voces de sus fantasmales habitantes. Es la distopía de un pueblo regido por un despiadado cacique, propietario de la hacienda Media Luna y de todo el polvoriento territorio. Menting construye su obra a partir de las múltiples voces de mujeres que anduvieron a salto de mata por la guerra, cómo se escondieron de los soldados, cómo sobrevivieron y cómo es su cosmovisión maya. La diferencia es que la obra de Rulfo es ficción, mientras que la de Menting refleja una realidad cruda, tangible, corrosiva de la Guatemala profunda. El texto está hilvanado a partir de fragmentos de las entrevistas con mujeres indígenas de varias generaciones, por eso Menting dice que las verdaderas autoras son ellas, porque se atrevieron a contar sus historias. El sociólogo holandés van der Ploeg dice que la obra “ofrece una mirada fascinante y a veces aún poética en la vida y el pensar de campesinos pobres (…) Este libro será sentido por los sobrevivientes y las generaciones actuales como un verdadero monumento”.

El texto de Menting se inscribe en la tradición de las obras premiadas por la APG desde 1960, cuando se instituyó el certamen literario, que ha combinado la narrativa, la poesía y el ensayo. En este lapso han desfilado libros de vital importancia en Guatemala. La lista es extensa, pero entre los premiados están Guayacán, de Virgilio Rodríguez Macal; La patria del criollo, de Severo Martínez Peláez; Poesía fundamental, de Otto Raúl González; Colonialismo y revolución, de Carlos Guzmán Böckler; Quiché rebelde, de Ricardo Falla; Semana mayor, de Marco Augusto Quiroa; Recuento de poesía, de Roberto Obregón; El ángel de la retaguardia, de Mario Roberto Morales; La orilla africana, de Rodrigo Rey Rosa; Palos de ciego, de Mario René Matute; y Los adoradores de la muerte, de Mario Monteforte Toledo.

Entrevista Radio Ocote por Angélica Medinilla

junio 7, 2023

Leer entrevista entera en el sitio d web de OCOTEe

Maria Adelaide Menting es trabajadora social y vive en los Países Bajos. Ella escribió el libro «No regresar al pasado», que recopila los testimonios de 38 mujeres indígenas y nueve ladinas sobrevivientes al conflicto armado interno en Guatemala. Maria Adelaide convivió con las mujeres durante una década y entablaron una amistad. Las considera a ellas las verdaderas autoras del libro.

Sus voces están ahí, en el libro. Ellas querían que sus memorias quedaran como herencia para sus hijos y que sus historias no se olviden.

Es jueves, 20 de abril de 2023. En el Museo del Holocausto se realizan los preparativos para la entrega y firma del libro «No regresar al pasado». Gregoria, Oralia, Graciela y Elena platican con su amiga Maria Adelaide.

Ellas son cuatro de las 47 mujeres que compartieron su testimonio. Son líderes indígenas, pertenecen a las etnias mam, chortí y k’iche’. Viajaron desde sus comunidades en Petén hasta la ciudad de Guatemala para asistir a las actividades de promoción del libro.

Entre risas, las cinco recuerdan los sonidos de los saraguates –o monos aulladores– en Petén, las galeras y hamacas donde dormía, los frijoles sin sal. Sus sonrisas se apagan cuando se acuerdan de la violencia, el dolor y el hambre.

«Nosotras representamos a todas las personas que murieron en el conflicto, sabemos que hubo sangre de niños inocentes y mujeres. Venimos con esa voz, porque nuestras compañeras ya están muertas. Venimos ahora a confirmar que somos representantes de todo este dolor», expone Gregoria.

No quieren regresar al pasado. El título del libro representa el sentir de las mujeres.

Seguir leendo aqui Leer entrevista

Comentario de Angelina de la Asociación Nacional de Mujeres Ixmucané.

Para mi es un honor estar aquí presente. Aquí estamos representando a nuestras comunidades, a nuestras compañeras que ya no están con nosotros. Estamos para alzar la voz de ellas que ya no lo pudieron hacer. Fuimos parte la situación en que vivieron el sufrimiento y también ustedes sufrieron, nos solo nosotros. Sabemos que a nivel nacional sufrimos esta guerra que fue arrestado el pais. Algunos ancianos perdieron la vida y en su mayoría fueron niños que ya no pudieron sobrevivir. Pero gracias a Dios, damos fe y testimonio al libro que hoy tenemos acá. Es parte de nosotras. Y las mujeres que dieron su testimonio que ya no están, por acá están en el libro.

Pedimos a todos aquí presentes si algún día llegan a tener este libro, lo comparten con sus hijos e hijas, comparten con sus nietos y nietas, todos los que vienen más atrás de nosotros. Quizás ya no vamos a estar nosotros para compartir para que se den cuenta de esta historia real. Por esto les pedimos a ustedes, que se lo se divulgue hasta los lugares más lejos de Guatemala.

Aquí (en el libro) están las compañeras , las tenemos presentes acá. Por medio de la compañera que lo redactó, tenemos presentes a las compañeras. Gracias a Dios , estamos para contar, para testificar. No es una mentira. No es algo que estamos inventando como dijo la compañera. Lo que pasa es que teníamos miedo y esto nos ha mantenido calladas sobre todo lo que hemos sufrido. Antes no teníamos ni voz ni voto. Gracias a Dios en muchas partes las mujeres ya están tomadas en cuenta, ya tienen voz, han estado ocupando espacios que anteriormente no tuvieron. Hay compañeras maestras y hay compañeras en salud . 

Antes decían que solo el hombre lo podía hacer, que solo el hombre tienen voz y voto, que la mujer solo sirve para la casa, sirve para hacer tortillas, para tener hijos, para el oficio del hogar. Pero esto no es verdad, somos personas, tenemos derechos, tenemos dignidad de hablar, de contar nuestra realidad y aquí estamos las mujeres. ¡Arriba las mujeres!

Gracias.